El barrendero dos.

El barrendero

¿Quién barre la luz, la esperanza, la honradez, la justicia?

La ceguedad de la noche, las horas muertas de la vida… tú… quizás fuiste tú la que manchabas mis sueños en tu vida real… harto de trabajar, horas y horas, semanas y años seguidos para qué, me preguntaba yo. Soy el barrendero, quisiera deciros lo mucho que he trabajado para qué mientras yo lo hacía tú lo ensuciabas con tus obras y pensamientos actos. Limpiara, limpiar, y limpiar… durante toda mi existencia y de nada me valió el ser bueno y honrado. ¡Que puedo ver detrás de mí! La sombra de un hombre decaído por la vida vivida y hoy cuando sigo en mi puesto veo algo… que me dice…para que te valió el haber sido bueno, y durante estos años que tu buscabas tu descanso, hoy no me queda nada… solo el recuerdo que no hay manera de poder barrerlo para siempre… tú, y siempre tú sales en mis sueños… Sonreír no sé, el por qué, pero no puedo hacerlo. Veo suciedad por todo tu cuerpo, tu piel está manchada y por más que quiero sacarte las manchas… no puedo hacerlo, no puedo olvidarme de todo cuanto hiciste en mis horas de trabajo.

¿Era poco para ti… merecías algo mejor? Tú que naciste en la basura, rodeada de gentuzas que eran como tú…antes de nacer ya eras mala, sucia y solo tenías una cara bonita, pero dentro de tu ser… había maldad, sí, mucha maldad, mientas yo, barre que te barre para llevar el sustento a mi humilde morada.

Eras joven, siempre decías… que tu juventud era duradera, que jamás se marcharía de tu cuerpo… ¿Te lavaste la cara alguna vez o quizás se te podía haber ido la pintura? Quiero contar los pasos que di cuando barría otras casas… pero nunca supe que donde tendría que haber barrido era en mi propia casa; pero no lo hice. Las horas, los años para ver si mereció la pena estar en este maldito mundo… rodeado por un olor a putrefacto, sin una sonrisa limpia, y todo solo por la ignorancia que había e mi mente.

El día que me fui a trabajar, ese mismo día se mancharon las sabanas de sedas que cubrían tu cama… y yo barriendo metro a metro, árboles, jardines y otros lugares donde se siembran las flores de esta vida. Yo barriendo, y tú mirando al techo de mi propia casa. ¿Quién mata…cualquier persona puede llegar a hacer tal abominable pensamiento, o acto de cometer lo que le dice su propia mente?

Hoy cuando estoy en mi puesto de trabajo, sigo barriendo, sé que soy muy viejo, pero no puedo hacer otra cosa. Llevo la cabeza inclinada mirando al suelo; me da vergüenza mirar al frente de mi vida. El camión que recoge la suciedad, las hojas muertas y los sueños vividos hueles estiércol, a zozobra y en mis recuerdos vívidos no tengo nada para seguir este maldito camino que emprendí a tu vera; y ya ves sigo siendo bueno yo quisiera poder barrer mi mente, pero no hay escoba que pueda hacerlo… No hace falta regar la calle… yo soy el que las riega con las lágrimas de mis sueños.

¿Cuántos hay en este mundo que han sido tan desgraciados como yo? Eso decía el sabio mirándose en un pequeño charco de agua que había en los caminos del destierro… habrá otro hombre más pobre, triste y desgraciado que yo; y cuando el rostro volvió hayo la respuesta viendo que otro hombre iba recogiendo las hojas que el despreció.

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano.

El barrendero

El barrendero

Amanecía en la ciudad de los sueños, con los primeros rayos del sol daban comienzo a su trabajo. Un carrillo de hojalata, con sus ruedas de hierro y sin engrasar sus ejes y por eso hacia tal ruido. Una escoba más grande que yo. Estos se lo cuento porque yo soy más bien pequeño, o tal vez sea la ropa y los zapatos de trabajo. Otras de mis herramientas era un recogedor también de hojalata, con estos enseres iba haciendo todo el ruido que podía y un poco más. No es que yo lo diga, sino que es cierto y así daba comienzo mi horario laboral y creo que todas las personas que se tenían que levantar a esas horas yo les hacía de despertador, para unos se alegraban, para otros seguramente se quejaban de mí trabajo y con toda la razón; pero esta es mi vida, la de barrer y hacer todo cuanto me piden. Una escoba de ramas, con ella limpió la suciedad de esta avenida que es la que me dieron el primer día, y ya llevo casi vente años barriendo la misma calle.  Llevo tanto tiempo que sé cuántos adoquines tiene la calle. Nunca pasa nada, y claro si aún no ha salido el sol quien quiere tener amistada con un simple y desgraciado barrendero.

La ropa de color gris y con unas rayas en los pantalones fosforescente para que me puedan ver bien los automovilistas y las personas que transitan por las calles.

Menuda pinta, me parece que estoy haciendo un poco el payaso no creen…

Llueva o truene yo en el tajo; no quiero decir en el rio tajo, no, sino en el curro, y cada día igual, y mañana, y al otro también.

Serían las ocho de la mañana, el carro de hojalata estaba a rebosar y después de mirarme sobre la sombra qué hacia los tímidos rayos de sol, y yo me preguntaba. ¿Qué hago con estas hojas… adonde las meto, ni subiéndome sobre el carro y apretándolas con las botas no me caben? ¡Tendré que ir a descargar y venir nuevamente para terminar de recoger toda esta basura! Y de las hojas caídas y de los cigarrillos tirados por todos los fumadores. Bueno también de las fumadoras. Había hecho un montón tan grande de hojas que estaba harto de haber barrido casi toda la avenida. Esta avenida estaba rodeada de grandes árboles plataneros, y ya saben ustedes que las hojas estos árboles son bastante grandes, así que ya se pueden imaginar la faena que me había dado para crear este gigantesco montón de hojas muertas. El cielo que antes era azul claro estaba volviéndose oscuro y esto no me hacia ninguna gracia.

¡Solo me faltaba que se levante un poco de aire, y después se ponga a llover!

¡Ir por ir noes, lo malo es dejarlas aquí, y que venga un gracioso que los hay y le pegue una patada, y seguramente salen volando y después tendré que barrer de nuevo! Dicho y hecho empujando mi carro, el silencioso, como yo le llamo y no era por el ruido sino porque las ruedas se le salían y estaba sujetas por unas puntillas al final del eje y cuando rodaban parecía que se querían salir y estos era lo que me faltaba para el duro. Empujando mi carro comencé a salir del pensamiento que yo tenía. ¡Claro no soy ingeniero, pero barrendero sí que soy y de verdad que tengo mucha práctica en mi faena, y si no, ya lo verán conforme le valla contando mis penas! No había recorrido unos cien metros, y sonó el primer trueno, yo no me había fijado del rayo, porque el sol estaba a medio cubrir cuando después de unos segundos hizo el ruido más grande que yo había escuchado en toda mi pobre vida. Detrás del trueno, el chaparrón y no había dado tres pasos que ya estaba chorreando, de arriaba abajo, la calle sé lleno de agua y en verdad que sí que yo me había equivocado; ya estaba dentro del tajo, y este era de verdad un verdadero río y cuando mire para ver el gran caudal que llevaba arrastradas los miles de hojas que yo había dejado amontonada en la calle.

¡Qué pena estar barriendo lo que los demás tiran sin miramiento… y no pasa nada, a si queremos cuidar del planeta, pues yo lo tengo claro por eso sí esto sigue así, y creo que no hay nadie que lo pueda cambiar; yo tengo trabajo hasta que no pueda tirar de la escoba! El trabajo es duro, y hay que aguantar sea lo que sea, pero, tendríamos que cuidar lo que no es nuestro sino de todos los seres de este mundo. Seguiré barriendo el tiempo que yo tenga fuerzas para ello.

Quisiera barrer otras cosas. Por ejemplo, los sueños y recuerdos malos que me inundan mi mente y no me dejan dormir. Bueno en las próximas os escribiré los recuerdos que han pasados en mi vida.

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano.

La calle desierta

La calle desierta

El farolero de la noche.

Llegada la madrugada, caminando en mi soledad, miraba hacia un lodo, hacia otro y solo mi sombra era mi compañera. Escuchaba el sonido de mis zapatos golpeando el suelo en la silenciosa noche. Al verme tan sólo, pensé… ¿nadie, no puedo ver a nadie? tan tarde es para que ninguna persona se cruce en mi camino. Sólo me acompañaban las estrellas qué se reflejan en el húmedo suelo de la noche. Tras de mi… un perro que estás tan solo y ☹ como yo. Al verme, movió su rabo y siguió tras mis pasos y él en su silenció también buscaba a alguien que lo tomase como amigo. Es triste la soledad… en aquél momento me preguntaba yo. El destino nos hace pisar calles desiertas, caminos solitarios, cruzar ríos y valles y beber de las fuentes que dijimos tiempo atrás, nunca bebería de ti. ¡Tú me distes las sobras de tu cuerpo y yo las bebí como si no hubiese habido en la tierra otra fuente más pura que tú! ¡Maldita seas una y mil veces! Por qué camino en la soledad de las noches. Nadie lo sabe, nadie, solo yo que no puedo conciliar el sueño, y cuando pienso en todos esos momentos que tú con tu belleza solamente hacías daño a la persona que vivía a tu lado. ¿Qué puedo decir de ti… dímelo? Hoy cuando el día se ha marchado, cuando las nubes cubren el cielo y la oscuridad oculta mi llanto… para qué, y por qué, me pregunto una y mil veces.

Soy el farolero de la noche… él que enciende los corazones, el que ilumina los sueños de las personas que engañan a otros seres que dormitan junto a tú cuerpo.

La vara en una de mis manos, la mecha en la otra, la noche está lluviosa y el candil se quiere apagar, debido al suave viento que hace, pero lo escondo en mi pecho y voy iluminando toda esta gran avenida que está cubierta por la oscuridad de la mentira.

¡Noche oscura y lluviosa, soy el que dará la luz entre las tinieblas! El que sueña cada segundo, el que quita las sombras de vuestros corazones. Soy ese que quiere besar tus labios cuando tú estás escondidas entre las sabanas de sedas, te ocultas, sí, te ocultas para no decir que me quieres tanto como yo te quiero a ti.

Te avergüenzas de mí… soy tu farolero. Ese que no puede dormir contigo por las noches y cuando llego al amanecer del día no puedo tener tu cuerpo y solo me dejas las sobras de otro hombre que te da el calor y el amor que yo no puedo darte. ¡Qué pena haber nacido para esto!

Unos trabajan en lo que nadie quiere, y otros disfrutan de los que otros no pueden hacer.

Te quiero tanto mi amor, que sueño contigo mientras tú caminas descalzo por las calles encendiendo farolas… Tú me crees… me preguntaba ella cuando harto de caminar por las calles encharcadas y al llegar a mi humilde casa me decía con sorna… ¡Si mi amor claro que te quiero, yo soy el que te da las limosnas que recojo, y tú se las das al que te calienta por las noches! ¡Lo que es la vida, y que no hay manera de que aprendamos de una vez por todas! Estando yo caliente los demás que revienten.  A si es. Yo te quiero perrito, pero de pan poquito…

Dame limosnas de amor, que mis ojos están llorando por la cera que me está cayendo en mis manos, y estas están temblando.

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano.

Perdóname

¡Perdóname!

¿Cómo te puedo pedir perdón, dímelo, si no se adonde estas, si tu sobra no puedo verla? Por más que grite tu no oyes mis lamentos, tú ves la obra que hiciste, y nadie lo sabe, solo tú y en tus sueños puedes ver tus pinceladas.

Uno es viejo, lo sé, que lo soy, hay momentos que uno pierde la cabeza, pero no perdemos la vergüenza, y dice tantas cosas que ninguna son verdades. Solo son sueños y mentiras que al llegar a este punto del camino decimos tonterías. Viejos repugnantes que sin saber el daño que hacemos al hablar, y sin tener conocimiento herimos las halas de la verdad. De aquellas aves que vuela en busca de tus raíces. ¿Cuánto daño te hice, hoy no puedo más y llorando te suplico que en la distancia me perdones si es que puedes o quieras hacerlo?

Quiero pedirte perdón, sí, a ti mujer que solo te dije cosas que en verdad ninguna podría haber hecho efectivas, solo eran momentos de locura que al ser lo que en verdad soy y siempre lo fui un… Algo que ni yo mismo sé lo que somos; pero es cierto que tú eres y eras algo inalcanzable para un hombre como yo. Dices que siempre estas escondidas en tus libros, leyendo, estudiando, y engrosando tu sabiduría, bien por ti, lo mereces, pero hay una herida en mi corazón que no para de sangrar.

Letras que se lleva el viento, se pierden en la distancia y cuando pude hacer algo por la humanidad no lo hice… ¿Qué puedo sentir al haber hecho tal comportamiento hacia una sola, sí una sola porque dentro de las raíces de nuestro cuerpo solo hay una que merezca la pena de haberla aceptado como se merecía?

¡Abro las puertas de mi corazón, las tienes abiertas de par en par solo para ti! Para que encuentres lo que tanto has buscado durante toda tu vida.  y yo desde la lejanía te pido que vuelvas que este año ha terminado y comienza uno nuevo año que podría ser para ti el principio del fin.

No camines más ente las sombras, tú mereces estar entre las células de tu sangre y no vueles solamente adonde el viento te quiera llevar.

Deja que mi llanto siga fluyendo y que las gotas de lágrimas rieguen tu alma.

Vuelve no camines por más tiempo descalza, tus pies están heridos y nadie sigue tus pasos. Quiero darte el nido que a toda persona le hace falta…

Soy parte de tu sangre, tal vez sea tarde pero siempre hay una pequeña oportunidad de conceder perdón a la persona equivocada.

Llámame: tú sabes el número de mi llanto, espero ser el viento de nuevo en mi alma.

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano.

¿Qué piensa un esqueleto?

¿Qué piensa un esqueleto?

¿Tú lo sabes… porque yo no lo sé y menos si el esqueleto es el mío? Creo que no tengo el deseo de saber qué es lo que piensan los pobres.

Yo creo que solamente piensan en el ruido que hacen cuando caminan, lo de más lo dejo para cuando llegue ese día, y ya te contaré. ¿te imaginas dentro de ese cuerpo de huesos?

Miras a través de unas cuencas bacías, oye el viento, el silencio, o tal vez, escuchas lo que te lo dicen… Sientes el sabor de sus labios, sí, no te creo, yo recuerdo aquellos besos que di cuando estaba cubriendo tus huesos. Hoy ya ves nada, ni el viento, ni el frío, ni cuando florecen las flores, nada y tú me dices que lo recuerdas todo. ¡Anda ya hombre: todo cuanto me dices es mentira y no sabes de que estas hablando! La única verdad es que un día de un terminado año estabas caminando por estas calles. Pero que después de haber estado enterrado bajo tierra tú dices que la recuerdas. No me digas tonterías; yo no quiero ni pensar que una vez que yo este enterrado me acuerde de todo cuanto me hizo.

¡Para morirse de risa! Tú sabes si tienes sombra, le pregunté, no me dijo nada, no podía hablar todo estaba vacío, y ni la voz salió de su esquelética boca.

Yo creo que lo único que tú tienes es celos de todo cuanto te paso, recuerdas los días que tu pasaste al lado de ella, si de esa mujer que te trajo las desgracias más horribles que pueda pasar un hombre. ¿te acuerdas, sí, no… si yo fuese tu esqueleto te diría que estas completamente loco? que todo cuanto me dices es mentiras. ¿Si te dan ganas de mear que haces… te la sacas, o ya la tienen afuera? No contestas, y me dices que te acuerdas de todo. No oyes, no ves, no hablas, y sólo que haces cuando te da la sombra de la noche; te escondes para que no te vea ella, o sales a su encuentro. Mi amor te quiero, te quise y te querré siempre hasta que la muerte nos separes, y ahora que haces cuando ella te pone flores sobre tu tamba… ¡Venga ya hombre; cuando todo se termina mejor que nos dejen tranquilos qué bastante se pasa en esta maravillosa vida! Unos felices por haber vivido, otros no tanto, pero lo hicimos…

¡Deja seguir el río, no lo detengas su carrera; que bastante ha sufrido para que ahora tú vengas a despertarlo que bastante daño lleva sin dejar atrás los rastros de su amarga existencia!

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano.

Mi canario: dormido sobre el estiércol del mundo entre rejas de colores

Mi canario: dormido sobre el estiércol del mundo, entre rejas de colores.

Entre las rejas del egoísmo.

Tú eras el preso de mi cárcel… ¡Ya… no lo eres, y noes porque yo no lo desease, yo quisiera que lo fueses y lo hubieses sido mientras yo viva… pero, solo fui tu carcelero! ¡Maldito yo, tenerte por uno de mis caprichos, y tú… cantando porque yo lo deseaba!

Alpiste, agua, y algún trozo de manzana. Cada día, cada semana, cada mes, y cada año. ¿Cuántos años viviste a mi lado… dímelo? Quisiera saberlo, pero la maldad de mi silencio te ha llevado a este trágico momento.

¿Merecía la pena vivir… que se yo? ¡Lo pienso, y me culpo por este desgraciado fallecimiento de tu alma!

En el silencio de la noche dejaste tu último trino. ¡No pude escucharte… perdóname si es que puedes! Creo no merecerlo, he sido demasiado malo contigo, pero tú sabes que yo te quería con toda mi alma… sí, ya lo sé que mi alma era y es, de acero.

Maldito yo… viéndote enfermar y seguía pidiéndote canto y cada vez que fuesen mucho más bellos que los anteriores.      

Escuchar tus trinos, tus lamentos. ¿Cantabas… o talvez, llorabas… nunca lo supe?

¡Ya es tarde verdad, demasiado tarde para la persona que no tiene escrúpulo dentro de su corazón de acero!

Te fuiste en el silencio de la noche, cuando yo quizás dormía y no te busqué.

Eras blanco, o mejor dicho tenías un plumaje del color de un café con mucha leche, casi blanco.

Ese no eras tú, yo te veía bueno. No sabía que dentro de ti crecía un cáncer… un maldito cáncer que nublaba el color de tu plumaje. Cerca de una de tus alas de plata.

¡Maldigo mi sombra! Al tenerte yo entre estas rejas de acero; donde tú veías otras aves volar y, mi corazón remachado con puntas de acero negro! Sin darme cuenta que tú eras el sonido del canto. El silencio dormido en las noches de tormenta. Un rayo de luz en las noches oscuras, donde el brillo de tus ojitos eran el único reflejo que guiaba mis pasos al llegar la noche.  ¡Te buscaba y cuando no te vi, mi corazón paró sus latidos, temblaba al acercarme hasta ti, y verte dormido sobre el estiércol de tus sobras hicieron aflorar lágrimas en mis ojos heridos!

Hubo una época del año en el que tu bello plumaje se perdía, y con el suave viento de la primavera. Llorabas de felicidad, yo te veía sonreír y cantando me dabas las gracias cuando te ponía un pequeño trozo de manzana.

¿Era solo lo que tu deseabas, o era mi egoísmo el que creía ver la felicidad de tu canto?

Al llegar el verano tu plumaje sé tornaba de plata fina. ¡Eras precioso, yo solo quiero recordad el pequeño pico de color rosa!

¡Cáncer, maldita palabra, y canallesca enfermedad qué a todas las personas, animales, y otros seres lo padecen! ¡Era un bulto que tenías sobre una de tus alas, y yo viéndote cantar me preguntaba! ¿te duele, sufres… ¿por qué cantas entonces, dime, si tu cuerpo está herido de muerte, y yo viéndote cantar de tras de los barrotes. Si te suelto me preguntaba… te comerá cualquier gato… es lo que deseas… así, era mejor haberte liberado, y de esta manera volarías por el cielo. El que nunca llegaste a saber de qué color era.

Recuerdo tu bello trinar, tu silencio, esperando que yo te hiciera algún ruido para que yo supiese que tú sabias que yo estaba cerca de ti. Entonces tú comenzabas con uno de tus bellos trinos. Flauta, clarinete, saxo, piano, trompeta, violín, o tal vez era el sonido del viento que dentro de mis recuerdos escuchaba de ti detrás de las rejas malditas.

Te guardaré en una cajita de plata, y dejaré que el viento se lleve tus alas y tu pequeño cuerpo flotará en mis recuerdos. ¡Perdóname, te lo suplico, jamás creí amar tanto aun ser de esta “tierra” nunca pensé que llegaría este triste momento! Llego, y tú volaras a partir de ahora y yo jamás veré tu cuerpo ni tu bello plumaje.  Estés donde estés escuchare tu bello canto, el viento en las noches oscuras en el recuerdo de tus ojos veré unos rayos de colores que iluminarán mi llanto.

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano

Escuelas de pulgas y chinches

Escuelas de pulgas y chinches.

Escuelas de ricos y más ricos. ¿Han de ser diferentes?

Escuelas para pobres, hay muchas, sí, hay muchas escuelas para pobres. Demasiados barracones y lugares infectados por la pobreza; esto pasa con nuestras escuelas.

Escuelas para ricos, y pocilgas para pobres.

Todo aquel que quiera una escuela concertada que se la pague de su bolsillo. La educación ha de ser oficialmente para todo el pueblo por igual de los derechos de nacimiento. Hay muchas señoritas y señoritos que les da vergüenza estar junto en las clases de los pobres. ¡No somos todos iguales a vista de la riqueza y sobre todo de la propia iglesia! Vergüenza ajena sí, es lo que siento. Ver sus manifestaciones para pedir una escuela privada o concertada. Pregunta. ¿tú la quieres? Paga té la, y a si no te jutas con los muchos que tienen pulgas y chinches que somos la mayoría.

Este gobierno paga a las escuelas de la limpieza como a la de las chinches por igual o tal vez les paga mucho más y no lo sabemos. ¡Sí, vergüenza de vivir en un mundo donde para poder vivir ya es un trabajo mortal!

Los nacidos en buena cuna son diferentes al resto de los demás mortales…

El partido es el mismo sea del color que sea, socialistas, republicano, comunistas, de centro o de cualquier otro partido. Y ello siguen viviendo del cuento y de la cara tan dura que tienen todos.

El gobierno y gobierne quien gobierne todos nacemos por el mismo sitio y digan la Madre que los pario que todos somos iguales. Siempre hay una gran diferencia. Parido de la misma forma, pero de diferentes Madres. Las Madres son diferentes como también los Padres sin saber quiénes son porque pueden ser más de uno. Quien dice que Dios existe… tú, adonde está… me lo puedes decir. Nos quejamos por todo. Y esto siempre ha ocurrido lo mismo. Pobres y más pobres y ricos, y mucho más ricos. Quien dice que él rico tienen más derecho que él pobre. Quien… ¿Tú, porque puede ser más guapo, más feo, o tal vez su pene sea más grande que el del pobre? El estudio, y la enseñanza y la cultura ha de ser para todos iguales, el color no hace diferencias entre los seres humanos. ¿Tú quieres separar tus hijos de los demás, si es así hazlo, pero el gobierno no tiene por qué pagar los caprichos de los ricos? El día que las mamás de estos alumnos con diferencia sobre el resto que quieran para sus hijos algo diferente, al de las chinches y pulgas que se lo paguen ellos… Vergüenza, mucha vergüenza; lo tuyo no tiene nombre y toda la culpa la tiene el gobierno que gobierna en nuestra nación. Con Banderas de colores salen a la calle pidiendo que no haya igualdad entre todos los niños, vergüenza porque lo que quieren es que la igualdad nunca sea para todos iguales. Quién diría que todos lo nacemos por la vulva de las Madres y el pene entre blancos y blancos; casi siempre es el mismo, y qué sea más grande o sea más chico qué más da.

Los maestros han de impartir las clases a todos por igual y si alguien quiere una enseñanza superior que se la pague de su propio dinero, pero no con el del pueblo.

En cada parte de la tierra siempre ha habido diferencias entre los seres humanos. ¡Te das cuenta que en las iglesias como en todas las escuelas no ha habido un cuadro con niños negros! Y yo pregunto: ¿por qué… es que son diferentes al resto?

¡Director delas escuelas públicas o privadas! Usted tiene que ser imparcial e impartir la enseñanza tal como están escrito en los manuscritos; para que todas las personas, blancas, o negras, ricas y pobres tengan el mismo derecho a poder estudiar y llegar hasta donde puedan sus conocimientos y sean capaces de aprender cuanto dicen los textos existentes en nuestras cátedras.

Dale un lápiz, una libreta y un libro para todos iguales con las mismas enseñanzas, a si todos deben saber los mismos textos y el que más estudie sabrá mucho más que el otro, sea del color que sea.

Él no tuvo la culpa de haber nacido en una cuna pobre…

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

 El sevillano.

El árbol llorón

El árbol llorón

Hay muchos árboles que lloran, sí, es cierto que los hay, y son muchos. Son muy bellos, sus ramas finas y con muchas hojas beben de las aguas de los lagos, ríos y estanques más maravillosos de este mundo.

¿Tal vez sea yo uno de esos árboles que en la lejanía de los años se transformó en persona, no lo sé… pero sí desearía saberlo? Cada vez que escribo uno mis sueños, siempre estoy llorando y en verdad… no sé el por qué lo hago.

Hace muchos años: cuando el mundo era muy pequeño, fue cuando nacieron estos árboles. Entonces ni siquiera yo era un pensamiento de mis padres el de poder estar sobre la capa de nuestra tierra.

Una tarde maravillosa de la primavera. El viento era muy agradable, la temperatura de esta parte del mundo también era muy buena. Olía a rosas, jazmines y aun sin fin de olores que se mezclaba entre los suspiros de los sueños.

El sol al atardecer sé reflejaba sobre sus aguas de plata. El color de las profundas aguas era de un color azul claro, y los bosques que circundaban toda esta maza grandiosa se transformaba en un jardín mágico.

Al llegar unas horas antes de atardecer, todas las mujeres jóvenes de hincaban de rodillas al borde del agua para ver el mejor espectáculo del mundo. Mojaban sus preciosas manos y con ella se acariciaban su cara. Humedecían sus ojos para poder ver mejor; lo que en pocas horas y minutos iba a suceder.

La orilla de este lago encantado estaba rodeada de estos árboles maravillosos, y para otros son, llorones, ustedes se preguntarán. ¿Por qué se les llama así, y que hicieron para merecer este mote? ¿lloran de verdad, tienen motivos para hacerlo? Si no es así… porqué lo hacen, digo yo.

Los rayos del sol al atardecer se pintaron de rojo como si se hubiese desramado sangre entre las nubes blancas. El color de las aguas al atardecer sé transformaban en espejos diminutos que brillaban en sus ojos como perlas de coral. Cada mujer, cada jovencita qué había esperado estas horas para poder soñar con su propia imagen sé podían ver en su propio espejo, y este espejo era solo para ella.

He visto llorar a más de una, otras en cambio reían, al verse con el hombre que sería su amor en la distancia, a todas ellas se le enviaban besos que salían de entre los rayos del lago. ¡Chispas de mil colores brotaban de los fondos de este sueño real! Pintaban sus labios de color carmín, o de un color rosado que tienen todas las hermosas mujeres, se los pintaban en unos de color del arco iris. Ellas sin saber por qué lo recibían, y además también notaban el sabor de los labios de estos hombres qué en la distancia les mandaban. Los cuales un día no muy lejano formarían un amor entre los dos en estos sueños de esta vida.

Reían, hundían sus manos queriendo cogerlo, pero no era posible coger peces nadando en estas aguas cristalinas. Sus mentes buscaban la forma de hacerlo posible, y al ver que no había manera de poder coger lo que tanto deseaban. Golpeaban con sus manos sobre la superficie de cristal, con tanta rabia; qué astillaban el agua y herían sus dedos entre las cristalinas aguas del lago.

El cielo que minutos antes era del color de la sangre se iba oscureciendo cada segundo más y más, hasta que la luz de las estrellas sé reflejasen sobre este lugar encantado. Era en ese momento cuando todos los árboles llorones introducían sus finas ramas hasta llegar al fondo de este lago. ¡No sé qué profundidad tiene, pero creo que son kilómetros! Y estas ramas podían hacerlo y lo hacían cada vez que llegaba la tarde noche. A si podían sacar con sus delicadas manos estas caracolas de colores. A cada una de estas enamoradas sé las entregaban. Temblando sus labios, sus ojos lloraban de emoción y cuando las cogían no sabían para que eran estas caracolas. Eran para que siempre que quisiesen hablar con sus parejas o con sus hombres amados lo pudiesen hacerlo y contarles o decirles lo mucho que los querían y a sí serían unidas por el lazo de los sueños. Llega el día, se deforman los sueños, las ramas se posan sobre el fondo del lago en un sueño misterioso. ¡Cuándo es de día se posan sobre las arenas de la orilla y otras veces sobre las hierbas del bosque! ¿Me quieres? Me preguntó… y en silencio le contesté ¡Sí! Sin decir nada, el silencio nos rodeaba, solo se escuchaba la brisa qué suavemente le levantaba sus cabellos ondulados con el viento. Nos besamos… Su voz sonaba como si algo misterioso cubriese nuestras vidas, solo con decir te quiero. Bésame… se unieron nuestros labios y el tiempo se perdió en la lejanía del silencio. ¡Te quise, te quiero y siempre te querré!  

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano

La Calahorra a 2 de diciembre del 2020.

La Calahorra día 2 de Diciembre del 2020.

A/a la atención del sr. Francisco Sánchez López.

Sr. jefe de servicios de bienes culturales.

Muy señor mío: viendo que mis obras no son de su agrado, y crean una obstrucción con su querido castillo de la Calahorra, y estando mis pobres obras por debajo de los cincuenta metros de su base. De los cuales siguen diciendo que obstruyen la visión. ¡Nada de todo lo que dicen es cierto!

Yo, José Rodríguez Gómez le solicito. Qué las obras que están por terminar, se quedan congeladas para siempre, y las que están solicitadas para hacerse se anulan definitivamente. Como son las dos torres de la plaza de España, la fuente del ángel, la fuente de los ocho arcos, y no sé qué otras hay solicitadas; todas se anulan, ya no se harán, y a si ustedes tendrán buena vista de su querido castillo. ¡Ustedes no se merecen mis obras, ni ninguna clase de obras de arte que yo o alguien pudiese crear para hacer algo de cultura en su querida tierra!

Señores míos: perdone mi manera de expresar mi dolor, no haré nada para que quede constancia de mi paso por esta su querida tierra; no les molestare nuca más. Estoy cansado y herido de muerte al ver la manera de tratar a las personas. ¡Este castillo lleva terminado cuatrocientos años, y hasta la fecha he sido yo la única persona que ha realizado algo bello; ustedes me han matado! Nuestra Andalucía nunca llegará a ser nada con personas qué en vez de ayudar criminalizan sin haber hecho nada malo; al revés; queríamos hacer algo que valiese la pena, y ustedes lo destrozan todo.

Jamás hare, ni terminare lo que esta comenzado. A si ustedes se quedaran a gusto, y yo no los molestare con un sueño de los míos.

¡Les quiero decir: que yo también soy andaluz, sea o no de su querida tierra! Pero me parieron en un pueblo de la provincia de Sevilla, Lora del Río. ¡Yo creo tener el mismo derecho a sentirme igual que todos ustedes, andaluz! La diferencia que hay entre todos ustedes y yo; es muy simple, y es que no pensamos iguales, y además sé que ninguno de vosotros sois capaces de hacer nada bueno para esta nuestra tierra, ni en cultura, ni en arte de ninguna clase que pudiese embellecer esta tierra tan bonita.

Se despide de todos ustedes este pobre soñador, que pensó que hacer el bien sería bueno para todos, y es todo lo contrario. ¡Quien es malo se le dan medallas y al bueno se les castiga!  ¿Díganme qué hemos hecho nosotros los que soñamos para merecer dicho castigo?

José Rodríguez Gómez…

El forjador de sueños

El sevillano

He llegado al final del camino

He llegado al final del camino.

He llegado al final del camino y después… que viene, quisiera seguir soñando, pero, no puedo. ¡Déjame soñar, yo quisiera vivir por una vez! Se está pagando mí corazón, ya no veo, y el camino cada vez es más estrecho, no hay árboles para cubrir mi sombra. Ni fuente para saciar mi sed, para qué seguir si ya no veo; mi corazón se muere dentro de mí. Y yo me pregunto. ¿Mereció la pena? Dejar que el viento sople y las hojas serán arrastradas al rincón del olvido. ¡Adónde yo también iré, sí, a ese lugar, donde tiran a los viejos, creo que sí, aun no estoy podrido, pero soy muy viejo! Qué lástima haber vivido sin haber sido feliz. Caminar con mis pies descalzo y tras de mi dejar una huella por el camino; hoy sé que no mereció la pena. ¡Quisiera gritar y decirles a los cuatro vientos que no he sido feliz, que no mereció la pena haber estado en este mundo! hoy me duele mucho el corazón, está sangrando y no encuentro una fuente para saciar mi sed. Cuando la luz se apaga, lentamente y la oscuridad lo cubre todo. Y yo, qué desgraciado he sido. Haberte conocido no mereció la pena, tú eres la culpa de todos mis males, y yo me culpo de todo, para qué vivir si no valió la pena. Todo es mentira y la verdad no vale para nada. No sé cuánto tiempo me queda, el reloj corre en mi contra y los ríos de sangre rompen mis venas. ¡Yo te maldigo una y mil veces; tú tienes toda culpa de los males de mi alma! Para qué nací, me pregunto, el destino de me trajo a este mundo, y no lo comprendo por muchas veces que me lo pregunte, y cada vez corre más el reloj; y todo se queda oculto en la penumbra. Yo quiero volver. Sé que tal vez me ocurra lo mismo, quiero intentarlo de nuevo, quiero vivir sin encontrarte a ti, sí, no quiero volver, y el haberte visto, has sido mi perdición, y tú lo sabes que yo lo sé, pero quiero volver a este mundo. No te buscaré, no seguiré tus pasos nunca más. Cuántas veces he de llorar y yo me he preguntado… cuando podre reír, he llorado tanto que se secaron mis ojos. Maldita mi suerte, maldita sea yo, maldito mis ojos que se posaron en ti para sufrir, para sufrir, cada vez que me acuerdo lloro, no sé lo que es vivir, la culpa fue mía. Hoy soy viejo, ya no ven mis ojos, mis sonrisas se perdieron en el olvido y el llanto me siguen a paso lento. Mi corazón está malo, está triste y no sabe adónde ir. Déjame aquí, no me sirves para nada para que me has tenido, sólo para hacerme sufrir, para verme llorar, o para dañar mi alma, para eso, mejor que no. Ya no puedo, mi corazón se parte a trozos y mi alma ya no me conoce. Y yo quiero vivir de nuevo para volver por el mismo camino, pero no aprendemos. Siempre con la misma piedra no hay una sombra que cubra mi cuerpo, déjame morir. estoy sangrando por mis ojos y mi boca esta seca de tanto llanto. ¿Aprenderé alguna vez… verdad que no? Nacemos en este mundo para sufrir, y tener que pasar día y días con la misma rutina. Mientras tú vive la vida, y que hice yo para merecer tanto castigo. Deja que mi cuerpo lo cubra el silencio, y la lluvia que arrastre mi piel y el viento me lleve al rincón de las hojas muertas. ¡No puedo más, estoy cansado, ya sueño como un viejo, y las hojas secas cubren el camino! El banco está desierto, los pájaros hicieron su canto, y como yo no estaba, se fueron, y no escuché su maravilloso trinar. Las fuentes se secaron, el día se fue, la noche lo cubrió todo. Quien fuera hoja para poder volar, para ver en la distancia tú maldad. Después de tantos años yo soy el culpable de todo cuanto me ha sucedido, sí, lo sé, ya no puedo hacer nada, mi historia está al final del camino. Qué me dice el silencio… Está gritando y no escucho su voz, por qué, yo no he muerto y aun no estoy enterrado, mi cuerpo, sigue caminando, voy dejando mi huella tras de mí. Las miró, lloro y no sé por qué lo hago. ¿Qué hay detrás de mí, dímelo, quiero saberlo? He aquí la pregunta: por qué lo has hecho, contesta, hoy sé que eres muy mala, y me has hecho mucho daño y no sé como pagarte. El tiempo, a ese viejo no lo para nadie, quiere seguir caminando, y después qué me espera. Quise hacer el bien y todo para nada. ¡Dile al día que no quiero seguir, estoy muy cansado, herido, ciego! ¿Qué más quieres, ni mi sangre corre por mis venas, y tú crees que fui feliz? ¡Mientes, te ríes, te burlas de mí y cuando yo esté muerto… ¿Qué harás tú, podrás flores sobre mi tumba, o quizás te rías ante mí sepultura? No lo hagas, deja de hacerme sufrir; ya es bastante, no sé adónde ir, y tampoco tengo sito para yo quedarme. Mi mente está loca, y en mis recuerdos solo hay llanto. Por qué me pregunto yo, por qué, acaso merecí tal castigo. La historia me enseña, que llorar no vale la pena, hay que vivir sin haber llorado. Y después de tanto daño, quien curará mis heridas. En esta tumba, y mirando a la lejanía sin escuchar nada… solo, silencio.

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano.