Amar en tiempos revueltos

A la cama no te llevan l a comida

El pliego de papel sobre mi mesa, el tintero destapado, la pluma mojada en la tinta, pero mis manos no se digna a comenzar a escribir.

Siempre pensé que todo sería mejor cada día que fuese pasando entre tú y yo. Todo sigue igual, nada cambia, el tiempo está revuelto.

Un mundo mejor, una vida agradable, un hogar feliz, la familia alrededor de la mesa de camilla, tapados con las enaguas, hace frío, ha llegado el invierno y cada día se hace más pronto de noche y las horas son interminable.

El silencio nos rodea, solo se escucha el chiripear de las brazas que arden en la chimenea.

¿Qué te puedo contar de mi vida que tú no sepas, lo hemos hablado tantas veces, creo que me conoces mejor que yo?

Cuando llega la noche, y dentro de la oscuridad de la misma, todos son fantasmas para mí; estoy  intentando escribirte pero me da miedo vivir  a oscuras.

¡Valla hombre, ha caído una mancha sobre el blanco papel, esto me parece un mal presagio y no me agrada escribir de esta manera!

Me levanté de la mesa de mi escritorio, cogí mi abrigo, la bufanda los guantes y el sombrero, ella al verme me preguntó.

¿Vas a salir, adónde vas si se puede saber?

Sin mirarla respondía su pregunta.

He de trabajar.

A estas horas y con la noche que hace.

Dentro del paragüero tenía mi bastón. Cogiéndolo y sin decir ni media palabra abrí la puerta; ella cogió mi brazo y detuvo mis pasos antes de que cruzara el portal.

¡No te marches, tenemos que hablar, creo que sería mejor que te quedaras, a si tendríamos tiempo de aclarar nuestras relaciones que como sabes no son lo buenas que yo desearía que fuesen, creo que todo tiene un límite y un tiempo y el nuestro se termina! 

Una fría sonrisa se dibujó en mi cara, mis labios no se entre abrieron pero era tan dura que ella al ver mi rostro no deseo haberla hecho esta petición.

Sin decir palabra, abrí la puerta y dando un fuerte golpe cerré tras de mí. Mis hijos miraron a su madre al ver que sin mediar palabra los dejaba con la noche que hacía.

 Hacia una noche muy fría, el viento era tan fuerte me tuve que sujetar el sombrero porque  me lo arrancaba de la cabeza.

¡Mejor hubiese sido no salir de casa  con la noche que hace!

Tengo qué hacer y, mi oficio no me permite descansar cada vez que me parezca, el trabajo es lo primero y para poder ganarme la vida tengo que hacer lo que otros no son capaces;  para eso me pagan. Caminaba por una  de las calles de este pueblo, si me preguntas, no sé ni cómo se llama este maldito lugar. Llevo viviendo el él muchos años pero no se su nombre ni me interesa saberlo.

Las hojas de los árboles eran arrastradas por el viento, podía escuchar sus lamentos. Gritaban, y con sus lamentos creo que se decían algo entre ellas pero no pude averiguar de qué se trataba; caían gotas  como si estuviesen llorando.

Un ráfaga de viento hizo que una se posase sobre mi cara; estaba chorreando y el tacto de la hoja me hizo extreme ser. Miré al cielo, no estaba nublado; de donde se ha podido mojar dicha hoja. El cielo era un pandero, miles de estrellas dibujaban una estela de luces, durante unos segundos lo estuve contemplando, era hermoso de ver, la noche era malísima pero el manto de estrellas jamás había visto cosa igual. Extasiado con la hermosura detuve mis pasos, un ruido me hiso mirar para el suelo, sentí el roce de algo en mis piernas, por más que miraba no pude averiguar de qué se trataba.  azos!x�| ��