Donde está mi vida

Dónde está mi vida.

Se fue, se perdió, o nunca estuvo dentro de mí.

Vivir para que, no sé que hacer con el tiempo. Me sobra todo. El silencio inunda mi mente. Todo está vacío y no sé qué puedo hacer para rellenarlo con algo que me diese felicidad. Los años, eso es lo que me ocurre. Llegar a viejo para que, para no tener a nadie que esté a mi lado. No quiero estar detrás de esta sombra que ocupa mi cuerpo.

La prisión: a si se llama mi casa nunca mejor dicho. Y solo vive en ella un solo prisionero, que camina en silencio, que habla solo y que nadie interfiere en mis diálogos.  

El papel de mi vida está arrugado, yo lo veo plano pero los pensamientos se amontonan y se esconde dentro de mi como si yo les diese miedo de lo que puedo hacer con ellos. Con ellos o con mí persona. Dile al viento que hable conmigo, no quiero estar solo, no quiero esta soledad. Yo soy tu propio carcelero. ¿Te conozco… no creo, jamás estuve de esta manera y hoy me hayo perdido entre las ruinas de mis desechos? Cuando la mente se llena de turbios pensamientos… qué ocurre después, cuando ya no se puede arreglar con nada. Suicidio, el silencio, y desde ese momento sé que da parado el tiempo. Me pregunto el porqué, porque llegar a esto, estoy solo y, la soledad es muy mala compañera de caminos. ¿He llegado al rincón de las hojas muertas? Si las puedo oler y ver como se arremolinas para que el viento no las pueda dispersar. A llegado el otoño, los árboles se quedan desnudo y el frio invierno deja sus ramas desnudas y todas arremolinadas a su viejo, tronco sin que les puedan dar la vistosidad de la primavera. ¿Quieres hablar conmigo, yo sí quiero y además lo necesito? Es urgente, estoy solo y sin ti el tiempo no tienen vuelta atrás y sé que los caminos de los que me quedan por recorrer son limitados a un solo lugar. El rincón de los muertos vivientes. Telarañas y rincones desolados, muebles vacíos y perchas llenas de ropas que nunca me pondré. Si tuviese un pasado viviría del recuerdo, pero no es así. No tengo ese pasado que me llenase el vacío de mi mente.

Camino cada día el espacio de unos metros, llevo de compañera a una perra que tengo conmigo. Le cuento mis penas y se queda mirando y creo escuchar lo que ella me dice de mí. Guarda silencio, se compadece de mí, pero ella es la que tira de mi pesado cuerpo y a cada paso que da mira hacia tras para ver si la sigo. Sé llama Pepi, y es la única compañía que tengo. La quiero y sé que ella también me quiere. Es mi guarda y sé que pronto tendrá que quedarse sola. Lo siento por ella sé que el día que llegue mi hora sentiré su llanto en forma de ladridos esperando que yo llegue para sacarla de paseo.

Otro dueño, otra persona que la cuide y le ponga agua fresca para saciara su sed. Quiero ser yo quien se la siga poniendo hasta que llegue el día en que yo me vaya. Sera pronto, lo veo venir y lo puedo sentir, me buscará entre las gentes, olerá mis pisadas y recorrerá los caminos que andamos los dos. Sonaran las campanas y yo no las podré escuchar ya que el viento que cubre mi cuerpo se levantará sobre la faz de la tierra y todo será silencio ese que he buscado durante mi propio encierro.

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano.