Corazón de tinta
Escribo con la tinta de mi corazón, rayo las hojas de papel y gravo tu nombre en mi piel. Cada vez que lo hago, estoy pensando en ti, y vuelvo a soñar con esa mujer que quise, con esa que nunca tuve. ¡Eras tú la dueña de mi alma, y la que durante tantos años me hiciste felizmente en mi juventud! Soñé encontrarte, y desde entonces lo hago en mi silencio, buscando tus labios los que siempre besé en las horas perdidas de la noche. Besarte solo era un sueño, refregar la piel de tu cuerpo con los surcos sedientos de esa fuente de amor de mis recuerdos. Durante las largas horas del invierno no tuve de ti, nada más que un desamor herido, y en mi pentagrama de olvido. Tus ojos, tus besos eran las notas de mis recuerdos. Tus cabellos ensortijados se quedaron en la noche que desde lejos yo te vi. Te quería, sí, en verdad te quería, y cada vez que mis ojos te veían lloraba, te deseaba, pero mi silencio nunca te decía cuanto te amaba y cuanto te quería. En la locura de mis sueños estuve buscando las letras de mi pluma, y jamás te acercaste a mí. Rajando la piel de mi cuerpo para sacar la tinta de mi alma, te recuerdo tanto que solo cuando pienso en ti, en verdad, estoy soñando, y pensando en lo mucho que sufrí para tenerte en la distancia. Jirones de mi piel hago con mis entrañas. Es cierto que hoy cuando quiero soñar, recuerdo tu nombre, nada es comparable al perfume de tu piel y el sabor de tus labios me hacen pensar, en que hubieses sido mi vida si tú estuvieras cerca de mí. Un cuento, un sueño, y nada de todo cuanto digo es cierto. Todo son cuentos, y narraciones de mi mente que perdida en la penumbra de la noche escribo cuando estoy durmiendo. Creo ser alguien que soñó con tenerte un día, y yo te creo entre mis besos, entre la jara del río y el romero de tus besos. Jadeando entre las espumas de sedas blancas, y lo incierto, subo sobre tu grupa cabalgando por los desiertos de arena de colores y serafines de mis sueños.
Escribir para mí es un sueño hecho realidad y cuándo se termina la tinta de mi cuerpo es cuando despierto llorando al ver que nada es cierto. Solo ese letargo de mi vida que se derrama por los senderos infranqueable de tu piel.
Despiértame por favor, no me dejes dormir; que estoy soñando contigo, y nada de todo cuanto escribo es cierto. Todos son relatos que mi mente me dicta y me dice que escriba para ti, y ya
no quiero más sueños.
El forjador de sueños
José Rodríguez Gómez
El sevillano.