El barrendero
Amanecía en la ciudad de los sueños, con los primeros rayos del sol daban comienzo a su trabajo. Un carrillo de hojalata, con sus ruedas de hierro y sin engrasar sus ejes y por eso hacia tal ruido. Una escoba más grande que yo. Estos se lo cuento porque yo soy más bien pequeño, o tal vez sea la ropa y los zapatos de trabajo. Otras de mis herramientas era un recogedor también de hojalata, con estos enseres iba haciendo todo el ruido que podía y un poco más. No es que yo lo diga, sino que es cierto y así daba comienzo mi horario laboral y creo que todas las personas que se tenían que levantar a esas horas yo les hacía de despertador, para unos se alegraban, para otros seguramente se quejaban de mí trabajo y con toda la razón; pero esta es mi vida, la de barrer y hacer todo cuanto me piden. Una escoba de ramas, con ella limpió la suciedad de esta avenida que es la que me dieron el primer día, y ya llevo casi vente años barriendo la misma calle. Llevo tanto tiempo que sé cuántos adoquines tiene la calle. Nunca pasa nada, y claro si aún no ha salido el sol quien quiere tener amistada con un simple y desgraciado barrendero.
La ropa de color gris y con unas rayas en los pantalones fosforescente para que me puedan ver bien los automovilistas y las personas que transitan por las calles.
Menuda pinta, me parece que estoy haciendo un poco el payaso no creen…
Llueva o truene yo en el tajo; no quiero decir en el rio tajo, no, sino en el curro, y cada día igual, y mañana, y al otro también.
Serían las ocho de la mañana, el carro de hojalata estaba a rebosar y después de mirarme sobre la sombra qué hacia los tímidos rayos de sol, y yo me preguntaba. ¿Qué hago con estas hojas… adonde las meto, ni subiéndome sobre el carro y apretándolas con las botas no me caben? ¡Tendré que ir a descargar y venir nuevamente para terminar de recoger toda esta basura! Y de las hojas caídas y de los cigarrillos tirados por todos los fumadores. Bueno también de las fumadoras. Había hecho un montón tan grande de hojas que estaba harto de haber barrido casi toda la avenida. Esta avenida estaba rodeada de grandes árboles plataneros, y ya saben ustedes que las hojas estos árboles son bastante grandes, así que ya se pueden imaginar la faena que me había dado para crear este gigantesco montón de hojas muertas. El cielo que antes era azul claro estaba volviéndose oscuro y esto no me hacia ninguna gracia.
¡Solo me faltaba que se levante un poco de aire, y después se ponga a llover!
¡Ir por ir noes, lo malo es dejarlas aquí, y que venga un gracioso que los hay y le pegue una patada, y seguramente salen volando y después tendré que barrer de nuevo! Dicho y hecho empujando mi carro, el silencioso, como yo le llamo y no era por el ruido sino porque las ruedas se le salían y estaba sujetas por unas puntillas al final del eje y cuando rodaban parecía que se querían salir y estos era lo que me faltaba para el duro. Empujando mi carro comencé a salir del pensamiento que yo tenía. ¡Claro no soy ingeniero, pero barrendero sí que soy y de verdad que tengo mucha práctica en mi faena, y si no, ya lo verán conforme le valla contando mis penas! No había recorrido unos cien metros, y sonó el primer trueno, yo no me había fijado del rayo, porque el sol estaba a medio cubrir cuando después de unos segundos hizo el ruido más grande que yo había escuchado en toda mi pobre vida. Detrás del trueno, el chaparrón y no había dado tres pasos que ya estaba chorreando, de arriaba abajo, la calle sé lleno de agua y en verdad que sí que yo me había equivocado; ya estaba dentro del tajo, y este era de verdad un verdadero río y cuando mire para ver el gran caudal que llevaba arrastradas los miles de hojas que yo había dejado amontonada en la calle.
¡Qué pena estar barriendo lo que los demás tiran sin miramiento… y no pasa nada, a si queremos cuidar del planeta, pues yo lo tengo claro por eso sí esto sigue así, y creo que no hay nadie que lo pueda cambiar; yo tengo trabajo hasta que no pueda tirar de la escoba! El trabajo es duro, y hay que aguantar sea lo que sea, pero, tendríamos que cuidar lo que no es nuestro sino de todos los seres de este mundo. Seguiré barriendo el tiempo que yo tenga fuerzas para ello.
Quisiera barrer otras cosas. Por ejemplo, los sueños y recuerdos malos que me inundan mi mente y no me dejan dormir. Bueno en las próximas os escribiré los recuerdos que han pasados en mi vida.
El forjador de sueños
José Rodríguez Gómez
El sevillano.