El barrendero dos.

El barrendero

¿Quién barre la luz, la esperanza, la honradez, la justicia?

La ceguedad de la noche, las horas muertas de la vida… tú… quizás fuiste tú la que manchabas mis sueños en tu vida real… harto de trabajar, horas y horas, semanas y años seguidos para qué, me preguntaba yo. Soy el barrendero, quisiera deciros lo mucho que he trabajado para qué mientras yo lo hacía tú lo ensuciabas con tus obras y pensamientos actos. Limpiara, limpiar, y limpiar… durante toda mi existencia y de nada me valió el ser bueno y honrado. ¡Que puedo ver detrás de mí! La sombra de un hombre decaído por la vida vivida y hoy cuando sigo en mi puesto veo algo… que me dice…para que te valió el haber sido bueno, y durante estos años que tu buscabas tu descanso, hoy no me queda nada… solo el recuerdo que no hay manera de poder barrerlo para siempre… tú, y siempre tú sales en mis sueños… Sonreír no sé, el por qué, pero no puedo hacerlo. Veo suciedad por todo tu cuerpo, tu piel está manchada y por más que quiero sacarte las manchas… no puedo hacerlo, no puedo olvidarme de todo cuanto hiciste en mis horas de trabajo.

¿Era poco para ti… merecías algo mejor? Tú que naciste en la basura, rodeada de gentuzas que eran como tú…antes de nacer ya eras mala, sucia y solo tenías una cara bonita, pero dentro de tu ser… había maldad, sí, mucha maldad, mientas yo, barre que te barre para llevar el sustento a mi humilde morada.

Eras joven, siempre decías… que tu juventud era duradera, que jamás se marcharía de tu cuerpo… ¿Te lavaste la cara alguna vez o quizás se te podía haber ido la pintura? Quiero contar los pasos que di cuando barría otras casas… pero nunca supe que donde tendría que haber barrido era en mi propia casa; pero no lo hice. Las horas, los años para ver si mereció la pena estar en este maldito mundo… rodeado por un olor a putrefacto, sin una sonrisa limpia, y todo solo por la ignorancia que había e mi mente.

El día que me fui a trabajar, ese mismo día se mancharon las sabanas de sedas que cubrían tu cama… y yo barriendo metro a metro, árboles, jardines y otros lugares donde se siembran las flores de esta vida. Yo barriendo, y tú mirando al techo de mi propia casa. ¿Quién mata…cualquier persona puede llegar a hacer tal abominable pensamiento, o acto de cometer lo que le dice su propia mente?

Hoy cuando estoy en mi puesto de trabajo, sigo barriendo, sé que soy muy viejo, pero no puedo hacer otra cosa. Llevo la cabeza inclinada mirando al suelo; me da vergüenza mirar al frente de mi vida. El camión que recoge la suciedad, las hojas muertas y los sueños vividos hueles estiércol, a zozobra y en mis recuerdos vívidos no tengo nada para seguir este maldito camino que emprendí a tu vera; y ya ves sigo siendo bueno yo quisiera poder barrer mi mente, pero no hay escoba que pueda hacerlo… No hace falta regar la calle… yo soy el que las riega con las lágrimas de mis sueños.

¿Cuántos hay en este mundo que han sido tan desgraciados como yo? Eso decía el sabio mirándose en un pequeño charco de agua que había en los caminos del destierro… habrá otro hombre más pobre, triste y desgraciado que yo; y cuando el rostro volvió hayo la respuesta viendo que otro hombre iba recogiendo las hojas que el despreció.

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano.

El barrendero

El barrendero

Amanecía en la ciudad de los sueños, con los primeros rayos del sol daban comienzo a su trabajo. Un carrillo de hojalata, con sus ruedas de hierro y sin engrasar sus ejes y por eso hacia tal ruido. Una escoba más grande que yo. Estos se lo cuento porque yo soy más bien pequeño, o tal vez sea la ropa y los zapatos de trabajo. Otras de mis herramientas era un recogedor también de hojalata, con estos enseres iba haciendo todo el ruido que podía y un poco más. No es que yo lo diga, sino que es cierto y así daba comienzo mi horario laboral y creo que todas las personas que se tenían que levantar a esas horas yo les hacía de despertador, para unos se alegraban, para otros seguramente se quejaban de mí trabajo y con toda la razón; pero esta es mi vida, la de barrer y hacer todo cuanto me piden. Una escoba de ramas, con ella limpió la suciedad de esta avenida que es la que me dieron el primer día, y ya llevo casi vente años barriendo la misma calle.  Llevo tanto tiempo que sé cuántos adoquines tiene la calle. Nunca pasa nada, y claro si aún no ha salido el sol quien quiere tener amistada con un simple y desgraciado barrendero.

La ropa de color gris y con unas rayas en los pantalones fosforescente para que me puedan ver bien los automovilistas y las personas que transitan por las calles.

Menuda pinta, me parece que estoy haciendo un poco el payaso no creen…

Llueva o truene yo en el tajo; no quiero decir en el rio tajo, no, sino en el curro, y cada día igual, y mañana, y al otro también.

Serían las ocho de la mañana, el carro de hojalata estaba a rebosar y después de mirarme sobre la sombra qué hacia los tímidos rayos de sol, y yo me preguntaba. ¿Qué hago con estas hojas… adonde las meto, ni subiéndome sobre el carro y apretándolas con las botas no me caben? ¡Tendré que ir a descargar y venir nuevamente para terminar de recoger toda esta basura! Y de las hojas caídas y de los cigarrillos tirados por todos los fumadores. Bueno también de las fumadoras. Había hecho un montón tan grande de hojas que estaba harto de haber barrido casi toda la avenida. Esta avenida estaba rodeada de grandes árboles plataneros, y ya saben ustedes que las hojas estos árboles son bastante grandes, así que ya se pueden imaginar la faena que me había dado para crear este gigantesco montón de hojas muertas. El cielo que antes era azul claro estaba volviéndose oscuro y esto no me hacia ninguna gracia.

¡Solo me faltaba que se levante un poco de aire, y después se ponga a llover!

¡Ir por ir noes, lo malo es dejarlas aquí, y que venga un gracioso que los hay y le pegue una patada, y seguramente salen volando y después tendré que barrer de nuevo! Dicho y hecho empujando mi carro, el silencioso, como yo le llamo y no era por el ruido sino porque las ruedas se le salían y estaba sujetas por unas puntillas al final del eje y cuando rodaban parecía que se querían salir y estos era lo que me faltaba para el duro. Empujando mi carro comencé a salir del pensamiento que yo tenía. ¡Claro no soy ingeniero, pero barrendero sí que soy y de verdad que tengo mucha práctica en mi faena, y si no, ya lo verán conforme le valla contando mis penas! No había recorrido unos cien metros, y sonó el primer trueno, yo no me había fijado del rayo, porque el sol estaba a medio cubrir cuando después de unos segundos hizo el ruido más grande que yo había escuchado en toda mi pobre vida. Detrás del trueno, el chaparrón y no había dado tres pasos que ya estaba chorreando, de arriaba abajo, la calle sé lleno de agua y en verdad que sí que yo me había equivocado; ya estaba dentro del tajo, y este era de verdad un verdadero río y cuando mire para ver el gran caudal que llevaba arrastradas los miles de hojas que yo había dejado amontonada en la calle.

¡Qué pena estar barriendo lo que los demás tiran sin miramiento… y no pasa nada, a si queremos cuidar del planeta, pues yo lo tengo claro por eso sí esto sigue así, y creo que no hay nadie que lo pueda cambiar; yo tengo trabajo hasta que no pueda tirar de la escoba! El trabajo es duro, y hay que aguantar sea lo que sea, pero, tendríamos que cuidar lo que no es nuestro sino de todos los seres de este mundo. Seguiré barriendo el tiempo que yo tenga fuerzas para ello.

Quisiera barrer otras cosas. Por ejemplo, los sueños y recuerdos malos que me inundan mi mente y no me dejan dormir. Bueno en las próximas os escribiré los recuerdos que han pasados en mi vida.

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano.

La calle desierta

La calle desierta

El farolero de la noche.

Llegada la madrugada, caminando en mi soledad, miraba hacia un lodo, hacia otro y solo mi sombra era mi compañera. Escuchaba el sonido de mis zapatos golpeando el suelo en la silenciosa noche. Al verme tan sólo, pensé… ¿nadie, no puedo ver a nadie? tan tarde es para que ninguna persona se cruce en mi camino. Sólo me acompañaban las estrellas qué se reflejan en el húmedo suelo de la noche. Tras de mi… un perro que estás tan solo y ☹ como yo. Al verme, movió su rabo y siguió tras mis pasos y él en su silenció también buscaba a alguien que lo tomase como amigo. Es triste la soledad… en aquél momento me preguntaba yo. El destino nos hace pisar calles desiertas, caminos solitarios, cruzar ríos y valles y beber de las fuentes que dijimos tiempo atrás, nunca bebería de ti. ¡Tú me distes las sobras de tu cuerpo y yo las bebí como si no hubiese habido en la tierra otra fuente más pura que tú! ¡Maldita seas una y mil veces! Por qué camino en la soledad de las noches. Nadie lo sabe, nadie, solo yo que no puedo conciliar el sueño, y cuando pienso en todos esos momentos que tú con tu belleza solamente hacías daño a la persona que vivía a tu lado. ¿Qué puedo decir de ti… dímelo? Hoy cuando el día se ha marchado, cuando las nubes cubren el cielo y la oscuridad oculta mi llanto… para qué, y por qué, me pregunto una y mil veces.

Soy el farolero de la noche… él que enciende los corazones, el que ilumina los sueños de las personas que engañan a otros seres que dormitan junto a tú cuerpo.

La vara en una de mis manos, la mecha en la otra, la noche está lluviosa y el candil se quiere apagar, debido al suave viento que hace, pero lo escondo en mi pecho y voy iluminando toda esta gran avenida que está cubierta por la oscuridad de la mentira.

¡Noche oscura y lluviosa, soy el que dará la luz entre las tinieblas! El que sueña cada segundo, el que quita las sombras de vuestros corazones. Soy ese que quiere besar tus labios cuando tú estás escondidas entre las sabanas de sedas, te ocultas, sí, te ocultas para no decir que me quieres tanto como yo te quiero a ti.

Te avergüenzas de mí… soy tu farolero. Ese que no puede dormir contigo por las noches y cuando llego al amanecer del día no puedo tener tu cuerpo y solo me dejas las sobras de otro hombre que te da el calor y el amor que yo no puedo darte. ¡Qué pena haber nacido para esto!

Unos trabajan en lo que nadie quiere, y otros disfrutan de los que otros no pueden hacer.

Te quiero tanto mi amor, que sueño contigo mientras tú caminas descalzo por las calles encendiendo farolas… Tú me crees… me preguntaba ella cuando harto de caminar por las calles encharcadas y al llegar a mi humilde casa me decía con sorna… ¡Si mi amor claro que te quiero, yo soy el que te da las limosnas que recojo, y tú se las das al que te calienta por las noches! ¡Lo que es la vida, y que no hay manera de que aprendamos de una vez por todas! Estando yo caliente los demás que revienten.  A si es. Yo te quiero perrito, pero de pan poquito…

Dame limosnas de amor, que mis ojos están llorando por la cera que me está cayendo en mis manos, y estas están temblando.

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano.

Perdóname

¡Perdóname!

¿Cómo te puedo pedir perdón, dímelo, si no se adonde estas, si tu sobra no puedo verla? Por más que grite tu no oyes mis lamentos, tú ves la obra que hiciste, y nadie lo sabe, solo tú y en tus sueños puedes ver tus pinceladas.

Uno es viejo, lo sé, que lo soy, hay momentos que uno pierde la cabeza, pero no perdemos la vergüenza, y dice tantas cosas que ninguna son verdades. Solo son sueños y mentiras que al llegar a este punto del camino decimos tonterías. Viejos repugnantes que sin saber el daño que hacemos al hablar, y sin tener conocimiento herimos las halas de la verdad. De aquellas aves que vuela en busca de tus raíces. ¿Cuánto daño te hice, hoy no puedo más y llorando te suplico que en la distancia me perdones si es que puedes o quieras hacerlo?

Quiero pedirte perdón, sí, a ti mujer que solo te dije cosas que en verdad ninguna podría haber hecho efectivas, solo eran momentos de locura que al ser lo que en verdad soy y siempre lo fui un… Algo que ni yo mismo sé lo que somos; pero es cierto que tú eres y eras algo inalcanzable para un hombre como yo. Dices que siempre estas escondidas en tus libros, leyendo, estudiando, y engrosando tu sabiduría, bien por ti, lo mereces, pero hay una herida en mi corazón que no para de sangrar.

Letras que se lleva el viento, se pierden en la distancia y cuando pude hacer algo por la humanidad no lo hice… ¿Qué puedo sentir al haber hecho tal comportamiento hacia una sola, sí una sola porque dentro de las raíces de nuestro cuerpo solo hay una que merezca la pena de haberla aceptado como se merecía?

¡Abro las puertas de mi corazón, las tienes abiertas de par en par solo para ti! Para que encuentres lo que tanto has buscado durante toda tu vida.  y yo desde la lejanía te pido que vuelvas que este año ha terminado y comienza uno nuevo año que podría ser para ti el principio del fin.

No camines más ente las sombras, tú mereces estar entre las células de tu sangre y no vueles solamente adonde el viento te quiera llevar.

Deja que mi llanto siga fluyendo y que las gotas de lágrimas rieguen tu alma.

Vuelve no camines por más tiempo descalza, tus pies están heridos y nadie sigue tus pasos. Quiero darte el nido que a toda persona le hace falta…

Soy parte de tu sangre, tal vez sea tarde pero siempre hay una pequeña oportunidad de conceder perdón a la persona equivocada.

Llámame: tú sabes el número de mi llanto, espero ser el viento de nuevo en mi alma.

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano.