La marranera

La marranera

¿Qué es lo que se criaba en estos lugares de nuestras costumbres ancestrales?

¡Sí, eso, puercos y cualquier cosa que nos sirviera para poder comer en una época del año, y en verdad que eran muy largas, esas pobres épocas y sobre todo para los que no teníamos esa suerte de poder hacerlo!

¡No todo el mundo podía criar cerdos, marranos, cochinos, guarros, puercos y hoy en día, se les llama, porcinos!

Pero era  tan grande el hedor producían qué hubo que sacarlos de las marraneras particulares y llevárselos lejos de los pueblos y de las grandes urbes.

¡Y las gentes: los votaba!

¿Han visto una cochinera, ven como se pelean por un pedazo de… y se lo comen? ¡Y les votamos!

Han visto cada día, sí, lo digo bien a cada día, a cada segundo;  en el hemiciclo, o en el senado; por el comportamiento que tienes unos con otros por un pedazo de… se pelean, se discuten; pero: ninguno se pone de acuerdo para crear entre todos una gran torre de babel donde todos quepamos y tengamos los mismos derechos sociales, culturales, medicinales, y bienestar social; eso no, no, eso no les interesa; solo se discute, se insultan, por un pedazo de lo que ellos creen que es comestible.

Han visto alguna vez una pocilga: los que viven allí se gruñen, se hacen daño, se discuten, luchan hasta que el más fuerte se come el pedazo de… pero no sabemos lo que se dicen entre ellos. Aquí si lo sabemos, pero lo que no sabemos el por qué lo hacen. Pero les votamos.

¡Que lastima verdad: el no poder saber el idioma que hablan esos cerdos! Pero les votamos.

¡Volveremos a la guerra! Si, a si lo haremos, y siempre habrá el que gruñe más fuerte que los demás, he iremos de tras para ver adonde nos llevan estos cerdos. Hoy en día nuestros políticos: que en verdad hacen los mismos gestos, las mismas peleas y el mismo furor para hacerse con el poder mientras otros se insultan en las calles; siendo empujados por esos que están cobrando dentro de hemiciclo, o del senado. Pero les votamos.

Hay personas que dicen: he visto un cerdo volar, cosa difícil, pero no deja de ser cierto, si es verdad que vuelan. Pero yo creo que los que vuelan, son los buitres. Los cerdos se lo comen todo, y los otros bichos desde las alturas lo pueden ver y también oler… Pero les votamos, y siguen cobrando de nosotros.

¿Tan difícil es ponerse de acuerdo, y entre todos, crear algo grande que nos de ese orgullo de ser de este país, sentir felicidad en nuestros corazones al sentirnos de esta tierra?

¿Desde cuándo tenemos corona sobre nuestras cabezas?

¡Yo, en verdad, no lo sé! Hay gente que se siente orgulloso de haber sido esclavizados, y manejados por monjes Castellanos Leoneses durante más de trescientos años qué estuvieron bajo el mando de estos tipos de curas.  ¡Sí, se hicieron muchas cosas: por ejemplo! Muchas iglesias, muchos conventos y sobre todo se hicieron dueño de todo el poder, de todas las riquezas de nuestra tierra; pero se sienten orgullosos de todo ello. ¡También había cerdos y cochineras! Lo que no tenían el derecho en aquellos entonces, era el de poder votar, en eso, les ganamos a aquellas personas; nosotros, los votamos, pero no nos sirven de nada haberlo hecho.

Derechas, izquierdas, de centro, comunistas, socialistas, y de otras lides… ¿Para qué nos valen? Si después, de mucho gruñirse, insultarse, y todos terminan lo mismo; hartos de comer y de beber acosta de los demás, y les votamos. Pero los que se criaban en las casas, en esas marraneras, el fin de ellos, era, ser comidos por los que les votaban, o mejor dicho, los que les echaban de comer y no al revés.

Estamos hablando de cerdos y nos dejamos a esos bichos que vuelan.

Blancos, negros, azules, colorados, o rojos, naranjas, violetas y de otros colores; pero al final del cuento todos son lo mismo. Son votados por nosotros, y comen del sueldo de este desgraciado pueblo que les paga para que nos ayuden a arreglar nuestros problemas, y ya lo podéis ver, cada día en la televisión: jugando, discutiendo, insultándose, peleándose y durmiendo… esta es la manera  de trabajar esos pobres animales; que comen, se engordan y encima la culpa es solo nuestra. Porque les votamos.

Comencé diciendo: volverá la guerra entre nosotros, si, es cierto que volverá, se puede ver, oler y sentir, pero como siempre, las balas solo las sentirán sobre su piel los mimos de siempre, y quedarán a los que les votamos y ellos se quedarán en la retaguardia donde se puede seguir comiendo, y al final de la contienda, y después de haber tenido que saltar el río de sangre que correrá por las calles y para no ensuciarnos los zapatos; serán ellos los que quedarán para ponerles la medallas por lo bien que lo ha hecho, y de después de haberse gruñido, insultados, todo quedara para la historia. Ello, se comerán las cigalas, los langostinos y otras exquisiteces. Al final del cuento: les pondrán las medallas correspondientes a cada partido; ya que todo lo ocurrido y lo que tenga que ocurrir, es para ellos. Solo un cuento. El del pan y pimiento. Pero les votamos… ¿Hasta cuando no aprenderemos hacerlo, mientras tanto ocurre, seguiremos votando? A lo mejor: alguna vez, sean buenos y nos arreglen esta mierda de país.

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

¡Diputados, senadores y otros!

¡Diputados, senadores y otros!

¿Adónde están estos señores; en sus casas? Y mientras el pueblo hace colas para mendigar comidas…

¿Qué puede uno sentir cuando se ven estas diferencias entre las persona de esta nuestra tierra?

¿Se les debe de pagar a estos señores por llamarlos de alguna manera… lo que no trabajan, ninguno de ellos? Yo creo que tendría que pedir una ayuda para que no los echen a la calle. ¡Qué pague el gobierno; ya lo hace! Son ellos y no nosotros ¿Qué diferencia hay entre unos y otros? Ninguna, solo las siglas, las cuales, todas son mentiras, todos a robar cuanto pueda y que el día de mañana te paguen una buena paga por el esfuerzo que has hecho, en tu tiempo como político, cuantas mentiras. Malditos todos y todas…

¡Vergüenza es lo que siento, y no es para menos! Ese dinero está muy mal pagado mande quien mande;  me da lo mismo, sea quien sea el que este llenándose los bolsillos con las personas de la calle y esto no nos lleva a ninguna parte, solamente a que con estas maneras de hacer y de dirigir una nación llegaremos a que todos tengamos que estar mendigando por las calles; mientras otros gobiernos, sean comunistas, socialistas o porque no, del partido popular se discuten las maneras de joderse unos a otros. A ellos les cae por ir a entretenerse en el palacio de los diputados o de los senadores y a jugar con los móviles, mientas, no hay trabajadores para recoger los alimentos del campo… por ejemplo.

¡Señores: los extremos todos son malos! Sean del color que sean. No vemos que esto no es así, que hay que tomar medidas, y repartir los alimentos por partes iguales.

No, esto no; verdad que no, soy socialista… de que, tú eres como los demás. Un señor o señora que te dan lo que no te mereces, y tú también, que eres de los que siempre habéis mandado. A que jugáis, ustedes lucháis para que el pueblo pueda vivir, y para que los niños y niñas de esta tierra tengan los mejores estudios. ¿O solamente los tuyos sí que pueden ir a buenas escuelas, mientras los demás pobres que son la mayoría están en barracones de maderas con los techos de uralitas? ¿De qué es lo que habláis mientras os entretenéis jugando a ser políticos?… que ninguno lo sois en verdad; sino vividores de esta democracia.

¡Vasta: es para mataros a todos, y la mayor culpa de estas desgracias, las tenemos todos los que vamos a votar a esa chusma de gente que se apunta en las listas electorales!

¡Siempre son los mismos! hijos de fulano, de mengano, y de otras clases de ratas qué se esconden tras una máscara en la cual solo se les ve la sonrisa en sus labios de carmín que le pilla toda la cara, y mira que es grande y dura… es ese día, cuándo todos, sin excepción de nadie, todos nos volvemos borregos, en los cuales también entro yo, yo no me quito ninguna clase de culpa porque también voy a votar. Y creo que no merecemos nada mejor ya que no aprendemos; así, pase lo que pase nos merecemos esto y mucho peor. Me doy pena a mí mismo, ver como la gente pide comida, se rebusca en los contenedores, y otros, mientras se limpian la cara con billetes de cien euros; sin pegar golpe alguno. Estos lo cobran por que son demócratas.

¡No miren para otro lado, mírense al espejo de la calle y digan si no es cierto cuanto digo, y no cobren lo que nunca os habéis merecidos!… ¡Si hablo, reviento! Podría decir mucho más, pero no más claro.

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano.

¿Quien soy?


1

Jose Rodriguez Gomez El Sevillano

9 h · Tus amigos

Amigos

¿Quién soy?Hace muchos años me trajeron a este mundo. No era yo el que lo había pedido, pero, a si fue mi creación. Ustedes dirán, para qué, cosa que ni yo lo puedo saber, y muchas veces lo he preguntado a esa dulce mujer que durante nueve meses me tuvo encerrado dentro de ese maravilloso lugar; a donde jamás podernos volver. ¡Qué pena verdad!Cuántas veces he llorado, muchas, y nadie me dio la respuesta que mi mente necesita para resolver los dilemas tan ocultos que hay en m nuestra vida.A todas las personas les regalan un libro: Sin nombre sobre su tapa; ni palabra alguna que se pueda leer. ¿Me pregunto: para qué necesito yo un tomo vacio? ¿Grande o pequeño? Eso solamente lo sabe la vida. La vida es el tiempo en el que estamos sobre esta maldita tierra; y en ella vivimos, sufrimos, o somos felices… cuanto, no lo sabemos. ¡Unos segundos, minutos, semanas, años y algunas veces nos da hasta más de un siglo… para que podamos vivir, sufrir, o tal vez ser feliz! Nada es cierto, todo es verdad y todo es mentira; el transcurrir de los tiempos nos dice cuantos días y cuantas cosas pasarán sobre nuestro cuerpo, sin saber escribir, ni saber leer. ¿Para qué? Durante todo este tiempo lo vallamos escribiendo y, el final, sí, un libro que el que venga tras nosotros; sea el que lo termine, y ya estará escrito; ya no queda ninguna página en blanco. Dejaremos esta parte, y después de todo el sufrimiento; será la única hoja que no podemos escribirlas nosotros mismos.¡A mí: me regalaron un gran bloque de mármol! Sí, de mármol para que lo fuese tallando, y como, sin saber cuánto tiempo tendría que estar sobre la superficie de la vasta tierra en la cual vivimos, y el tiempo que me tenían guardado y del que yo mismo iría esculpiendo!¿Qué tenía que hacer con esta piedra? Con los años, me fui acostumbrando a ver este grandioso pedrusco que tenía delante de mí. Cada día que la vida me estaba regalando, y del la cual, no sabía para qué esta piedra en mi camino. Caminando se hace el camino. Sí, puede ser cierto; pero no todas las personas nacen con un obstáculo delante de si nada más nacer… A la cual, yo le daba rodeo, día tras día, y pasaba aduras penas delante de ella.Durante años estaba acostumbrado a verla, nadie me dijo que tendría que hacer con este libro; sí, yo no tenía otra cosa, en vez de un libro en blanco; a mí me toco la lotería sin haber echado.Había transcurrido unos pocos años y ya supe sobre mi piel hecha girones. ¿Para qué transcurrió ese tiempo, esos años, este era el castigo que me toco vivir? Cuando la dulce mujer me dejo a las puertas de un hospital de los pobres, sí de los pobres; ya que los ricos no tenían que ir a ese lugar. A ellos les iba una matrona y en su casa y en buena cuna lo posaban con mucho cuidado para que esa criatura no sufriese lo que otras muchas tenemos que sufrir en nuestras propias carnes. ¡Qué lugar tan triste, tan húmedo y tan umbrío! ¡Este sitio había en el pueblo que me parieron! ¡Yo no nací, no, a mi me parieron, con muchos gritos, y mucho llantos por mi parte, sin saber el por qué de tanta pena, si tendría que haber sido de mucha alegría; pero no! Esa no fue la razón por la cual llegue a este mundo.Tal era la costumbre de ver la medalla que me pusieron ante mí; qué sin saber el por qué la fui tallando con un cincel y un partillo. ¿Qué buscaba dentro de esta mole? Nada, me miraba y sin darme cuenta me veía dentro de ella. Era tan grande, tan fuerte, tan dura y yo tan pequeño, que subiéndome a una silla de aneas; esta era la única forma de llegar hasta la parte superior de la misma. Durante muchos años estuve trabajando sobre la imagen que se reflejaba dentro de sí. Con el tiempo me veía a mí mismo; o tal vez era la forma que yo deseaba ser con el tiempo. Grande, fuerte y por qué no decirlo, bello. ¿Cuántos cinceles se gastaron, y cuántos martillos se rompieron? Muchas fueron las horas la estuve esculpiendo, y con el tiempo se fue formando a mi imagen y semejanza.Una vez terminada mi obra, esta estaba en silencio, y encima de todo cuanto había pasado en mi vida; ahora qué estaba acompañado de algo, y que no me hablaba, no me miraba. Sus ojos estaban abiertos, pero mirando hacia el infinito, y yo, no sabía adónde estaba ese lugar que esta figura veía. ¡Ella no quiere decirme a donde están mis sueños y sabiendo que durante tantos años estuve llorando mientras yo la estaba esculpiendo! Ella escuchaba mi llanto, mis penas, mis sueños y yo siempre lo hacía para un lugar imaginario…Han pasado los años, y llegado a este tiempo, me encuentro siendo un viejo. Casi no puedo levantar el martillo, y el cincel estará en algún lugar, pero mi mente no recuerda adonde esta para ir terminando mi obra. Sí, la mía es esta, y la de casi todas las personas es un libro, pero a mí no me lo dieron porque si no, tal vez estaría terminado y guardado en algún cajón de mi dormitorio, escondido para que nadie pueda leer las muchas cosas que me han pasado en mi desgraciada vida; y a si como yo no tengo tal cosa, prefiero que miren mi obra y busquen los escritos que guardo en su interior. Sí, la que me fue comendada para dejar escrito mí pasado sobre esta imagen.Eran bellos mis sueños… pero no podía saber que miraban sus abiertos ojos, bellos sin tener color alguno, blanco. Su interior me llamaba cada segundo que yo estaba cerca de ella. Yo buscaba el lugar de los sueños. Su boca entre abierta no pronunciaba palabra alguna. Todo era silencio a su alrededor. Si piel era tersa, pero no tenía venas y su sangre no corría por si interior.Se le podían ver sus nervios. Eran templados, fuertes, pero no tenía movimiento alguno. Su corazón estaba dentro de sí y tampoco latía… era un muerto lo que yo había creado durante toda mi vida. Yo deseaba hacer que sus ojos pudieran ver, que su boca pronunciase palabras, y que él me dijese para qué lo tuve que creando y el por qué de las cosas que pasan en esta vida.El cincel no cabía dentro de sus ojos, no encontraba la forma de operar, o de tallar su mirada. Su boca entre abierta, en ella no entraba el cincel para hacerle sus cuerdas bocales. Si lo hubiese sabido, tal vez, ahora estaríamos hablando, y a si, él podría decirme adonde se van mis sueños y el por qué el haber nacido, o mejor dicho, parido sin haber pedido tal cosa. ¿Quién soy yo… una piedra del camino, un matorral que se balancea con el viento? Una brizna que se llevan la brisa, o solo una sombra que no sabe a qué cuerpo pertenece. Sea lo que sea, solo soy alguien que no sabe el por qué de las cosas…Cuando se terminen los tiempos seguramente hallaré mis respuestas. El forjador de sueños. José Rodríguez Gómez, el sevillano.

¿Quién soy?

¿Quién soy?

Hace muchos años me trajeron a este mundo. No era yo el que lo había pedido, pero, a si fue mi creación.

Ustedes dirán, para qué, cosa que ni yo lo puedo saber,  y muchas veces lo he preguntado a esa dulce mujer que durante nueve meses me tuvo encerrado dentro de ese maravilloso lugar; a donde jamás podernos volver. ¡Qué pena verdad!

Cuántas veces he llorado, muchas, y nadie me dio la respuesta que mi mente necesita para resolver los dilemas tan ocultos que hay en m nuestra vida.

A todas las personas les regalan un libro: Sin nombre sobre su tapa; ni palabra alguna que se pueda leer. ¿Me pregunto: para qué necesito yo un tomo vacio? ¿Grande o pequeño? Eso solamente lo  sabe la vida. La vida es el tiempo en el que estamos sobre esta maldita tierra; y en ella vivimos, sufrimos, o somos felices… cuanto, no lo sabemos. ¡Unos segundos, minutos, semanas, años y algunas veces nos da hasta más de un siglo… para que podamos vivir, sufrir, o tal vez ser feliz! Nada es cierto, todo es verdad y todo es mentira; el transcurrir de los tiempos nos dice cuantos días y cuantas cosas pasarán sobre nuestro cuerpo, sin saber escribir, ni saber leer. ¿Para qué? Durante todo este tiempo lo vallamos escribiendo y, el final, sí, un libro que el que venga tras nosotros; sea el que lo termine, y ya estará escrito; ya no queda ninguna página en blanco. Dejaremos esta parte, y después de todo el sufrimiento; será la única hoja que no podemos escribirlas nosotros mismos.

¡A mí: me regalaron un gran bloque de mármol! Sí, de mármol para que lo fuese tallando, y como, sin saber cuánto tiempo tendría que estar sobre la superficie de la vasta tierra en la cual vivimos, y el tiempo que me tenían guardado y del que yo mismo iría esculpiendo!

¿Qué tenía que hacer con esta piedra?

Con los años, me fui acostumbrando a ver este grandioso pedrusco que tenía delante de mí. Cada día que la vida me estaba regalando, y del la cual, no sabía para qué esta piedra en mi camino. Caminando se hace el camino. Sí, puede ser cierto; pero no todas las personas nacen con un obstáculo delante de si nada más nacer… A la cual, yo le daba rodeo, día tras día, y pasaba aduras penas delante de ella.

Durante años estaba acostumbrado a verla, nadie me dijo que tendría que hacer con este libro; sí, yo no tenía otra cosa, en vez de un libro en blanco; a mí me toco la lotería sin haber echado.

Había transcurrido unos pocos años y ya supe sobre mi piel hecha girones. ¿Para qué transcurrió ese tiempo, esos años, este era el castigo que me toco vivir? Cuando la dulce mujer me dejo a las puertas de un  hospital de los pobres, sí de los pobres; ya que los ricos no tenían que ir a ese lugar. A ellos les iba una matrona y en su casa y en buena cuna lo posaban con mucho cuidado para que esa criatura no sufriese lo que otras muchas tenemos que sufrir en nuestras propias carnes. ¡Qué lugar tan triste, tan húmedo y tan umbrío! ¡Este sitio había en el pueblo que me parieron! ¡Yo no nací, no, a mi me parieron, con muchos gritos, y mucho llantos por mi parte, sin saber el por qué de tanta pena, si tendría que haber sido de mucha alegría; pero no! Esa no fue la razón por la cual llegue a este mundo.

Tal era la costumbre de ver la medalla         que me pusieron ante mí; qué sin saber el por qué la fui tallando con un cincel y un partillo. ¿Qué buscaba dentro de esta mole? Nada, me miraba y sin darme cuenta me veía dentro de ella. Era tan grande, tan fuerte, tan dura y yo tan pequeño, que subiéndome a una silla de aneas; esta era la única forma de llegar hasta la parte superior de la misma. Durante muchos años estuve trabajando sobre la imagen que se reflejaba dentro de sí. Con el tiempo me veía a mí mismo; o tal vez era la forma que yo deseaba ser con el tiempo. Grande, fuerte y por qué no decirlo, bello. ¿Cuántos cinceles se gastaron, y cuántos martillos se rompieron? Muchas fueron las horas la estuve esculpiendo, y con el tiempo se fue formando a mi imagen y semejanza.

Una vez terminada mi obra, esta estaba en silencio, y encima de todo cuanto había pasado en mi vida; ahora qué estaba acompañado de algo, y que no me hablaba, no me miraba. Sus ojos estaban abiertos, pero mirando hacia el infinito, y yo, no sabía adónde estaba ese lugar que esta figura veía. ¡Ella no quiere decirme a donde están mis sueños y sabiendo que durante tantos años estuve llorando mientras yo la estaba esculpiendo! Ella escuchaba mi llanto, mis penas, mis sueños y yo siempre lo hacía para un lugar imaginario…

Han pasado los años, y llegado a este tiempo, me encuentro siendo un viejo. Casi no puedo levantar el martillo, y el cincel estará en algún lugar, pero mi mente no recuerda adonde esta para ir terminando mi obra. Sí, la mía es esta, y la de casi todas las personas es un libro, pero a mí no me lo dieron porque si no, tal vez estaría terminado y guardado en algún cajón de mi dormitorio, escondido para que nadie pueda leer las muchas cosas que me han pasado en mi desgraciada vida; y a si como yo no tengo tal cosa, prefiero que miren mi obra y busquen los escritos que guardo en su interior. Sí, la que me fue comendada para dejar escrito mí pasado sobre esta imagen.

Eran bellos mis sueños… pero no podía saber que miraban sus abiertos ojos, bellos sin tener color alguno, blanco. Su interior me llamaba cada segundo que yo estaba cerca de ella. Yo buscaba el lugar de los sueños. Su boca entre abierta no pronunciaba palabra alguna. Todo era silencio a su alrededor. Si piel era tersa, pero no tenía venas y su sangre no corría por si interior.

Se le podían ver sus nervios. Eran templados, fuertes, pero no tenía movimiento alguno. Su corazón estaba dentro de sí y tampoco latía… era un muerto lo que yo había creado durante toda mi vida. Yo deseaba hacer que sus ojos pudieran ver, que su boca pronunciase palabras, y que él me dijese para qué lo tuve que creando y el por qué de las cosas que pasan en esta vida.

El cincel no cabía dentro de sus ojos, no encontraba la forma de operar, o de tallar su mirada. Su boca entre abierta, en ella no entraba el cincel para hacerle sus cuerdas bocales. Si lo hubiese sabido, tal vez, ahora estaríamos hablando, y a si, él podría decirme adonde se van mis sueños y el por qué el haber nacido, o mejor dicho, parido sin haber pedido tal cosa. ¿Quién soy yo… una piedra del camino, un matorral que se balancea con el viento? Una brizna que se llevan la brisa, o solo una sombra que no sabe a qué cuerpo pertenece. Sea lo que sea, solo soy alguien que no sabe el por qué de las cosas…

Cuando se terminen los tiempos seguramente hallaré mis respuestas. El forjador de sueños. José Rodríguez Gómez, el sevillano.