Vivir dos veces

¡Vivir dos veces!

Seré un fantasma

¿Si no vuelvo a vivir de nuevo: deseo ser algo así, como si fuese eso… un fantasma que herrará por la tierra, buscando la vuelta a mis sueños no realizados, y quiero pagar los errores cometidos en mi primera vida?

Es triste vivir cuando no has podido realizar los deseos que en el paso de los años soñaste, los amores deseados, los que nunca tuviste, y a las mujeres que durante los tiempos vividos no pudiste darle el amor que tú mismo les prometiste al besar sus labios pintados de carmín.

En este mundo hay muchas personas que se conforman con la vida vivida. Otras muchas, se sienten felices al ver lo que han dejado tras de sí. ¡Yo no me siento feliz, por ello deseo volver nuevamente aunque me volviese a equivocar de nuevo un millón de veces, para arreglar las cosas que deje a medias; las que se quedaron cerca de mis labios y no fui capaz de besar! Otras muchas con las que no hice el amor con ellas, y cuanto me arrepiento de haber sido eso, la sombra de lo que soñé ser, y no un simple payaso que se pintaba la cara de un hombre feliz, cuando en verdad, solo era la sombra de mi propia vida de la cual fui errante de los caminos que no caminé.

Hace mucho años que fui algo a si cómo un virus, si pero no tan tremendo como el que tenemos hoy en día, puede ser que fuese tan pequeño como este, sí y seguramente muy chiquitito, que no se lograba ver con los ojos con los cuales miramos cuando pasa una mujer hermosa; a las cuales antes se les podía decir algo parecido a un piropo. Pero ya no nos está permitido decir nada. Son mujeres empoderadas y son dueñas de su cuerpo y además de tus palabras las cuales se la lleva el viento y no nos queda ni tan siquiera los sueños con los cuales los mortales hemos soñado durante tantos años.

Sentirse ser solo una hoja que se la lleva el viento. Una gota de agua que se resbala por la piel de unos ojos de mujer. La sombra de unos besos que se refriegan con uno  labios soñadores de una preciosa hembra, y de los cuales, ya no nos queda el sabor de su boca.

¿Qué pasó en mi vida: por qué no puedo ser lo que hoy en día sueño?

¡Sólo, sí, sólo camino por senderos extraños! Miro en la lejanía el brillo de tu mirada, el resplandor de los lagos de tus ojos, y cuando estaba cerca de ellos no era capaz de hacer lo que tú me pedías. ¿Para qué vivir si no fuiste lo que te decías a ti mismo?

¡Qué lejos queda la distancia, y qué cerca está el adiós de la vida! ¿Cuándo seremos la simiente de las flores… y cuando tú besarás mis labios junto a mi cuerpo?

¿Seremos lo que tanto he soñado, o tal vez solo seamos lo que tú y yo pensamos aquel día que sobre las hiervas del campo besaste mi boca y dijiste te quiero?

¡Llévame a pasear! Sí, hazlo por favor, que el tiempo se acaba y nada de lo que tú me diste queda en mis recuerdos. Qué pasó entre tú y yo… ¿No queda nada, todo se borró con el paso de los años, y después que hay… dime, qué queda de tras de lo vivido?

Hay amores que jamás se olvidan, besos que te dejan impregnada en nuestra piel.

Cuentos que nunca se acaban, comienzan con: Era sé una vez una mujer de cristal; qué daba sus besos y tus labios se quedaban cristalizados para la eternidad.

Erase una vez un sueño: qué te decía cada vez que tú estabas sobre le piel tierna y sedosa de una bella dama al sentir su cuerpo jamás lo podrías olvidar durante el resto de tu vida. ¿Cuántos de esos hemos soñado durante estos años? ¿Has contado cuantas veces te equivocaste, de cuantas cosas te arrepientes de no haberlas hecho? ¿Ninguna… yo si lo hice, pero se paso el tiempo y mi mente no dejaba que yo hiciese lo contrario, no, solo la belleza era la imagen que me transmitía mi cerebro, y ese fue mi gran error?  

Belleza, y no fijarme en su interior, sólo la imagen de una cara bonita y detrás de ese semblante qué… Jóvenes inocentes, cuando la edad de los sueños no hacía ver, mirar, desear y comerse esos labios pintados o sin pintar; que más nos daba si todo eran sueños de una feliz primavera. Ha llovido tanto… que los surcos de nuestra piel quedó arrugada y jamás logro ponerse tersa y suave nuevamente.

¡Cógeme del brazo, que ya me cuesta trabajo caminar y tú puedes hacer que yo vuelva soñar de nuevo cada segundo de este tiempo que me das al estar junto a mi cuerpo! ¿Mira, ves aquel lago, aquella orilla donde el remanso de las aguas se refleja las ramas de los sauces?  Llévame, sí, pero no corras, que quiero saborear el aire que se respira al tenerte a mi lado nuevamente.

¿Cuánto tiempo ha pasado desde aquel día… no te acuerdas o no quieres que yo te recuerde los besos que nos dimos? ¿No fueron tantos, verdad, tú te fuiste y dejaste las heridas dentro de mi corazón? No fui para ti el hombre deseado, el que te hubiese dado lo que tanto tú querías que yo fuese. La sombra que te abrazase, la que te protegiera de todo cuanto tú has sufrido por mi culpa…

Cuando lleguemos a la orilla, me arrimas al tronco de ese gran árbol, del cual sabe todo cuanto yo pasé y cuanto he sufrido por tu amor, ese amor que se alejó de mi porque no era tu hombre, solo era un extraño que no te daba el amor deseado y solo eran sueños y nunca supe hacer otra cosa que soñar y dejarte queriendo tus besos y de los cuales ya no me acuerdo de ellos.

Tú, mientras yo me quedo dormido: has de tirar unas pequeñas piedras sobre las aguas del lago. Por cada piedra que tú tires verás cómo surgen perlas de cristal de sus aguas y con las cuales yo te haré un collar; el que llevarás sobre tu piel y cada vez que las toques sentirás en tus labios unos besos, que te harán recordar lo mucho que sufrí por tu amor… pero no quiero que llores, no, por favor, no lo hagas, solo quiero que sepas que también te quise aunque fuese a mi manera. Durante ese tiempo, entre el sueño y el adiós paso no sé cuantos años pasó y tú seguiste siendo joven y yo me fui por la orilla hasta el lugar donde se reúnen las hojas muertas y entre ellas yo me sentí por primera vez, feliz, si, lo fui pero desde la distancia te recordaré el resto de los tiempos hasta que se cumplan mis deseos, ese, del cual yo quiero volver a buscarte y poder remediar el daño que hice en tu corazón.

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano. (��8`��x���c

La vela de las estalagmitas

La vela de las estalagmitas

Cada persona al nacer, somos eso, una pequeña vela. La mía era  de aquellas que se colocan sobre el aceite con agua, sobre una taza, o un platito pequeño, y el día que la encendieron casi se apaga. No era posible mantenerla encendida, había que mirar que no estuviese abierta ninguna ventana y que las puertas estuviesen bien  cerradas para que no entrase nada de viento, y solo con una simple brisa se apagaba. Yo era muy débil, muy chico, muy feo y casi deformado; solo tenía, mucha cabeza; y mira que hoy en día la tengo más bien pequeña, quiero decir la cabeza, lo demás ya no puedo vérmelo, así que no sé si es grande o más bien pequeña… En aquel lugar; ella era la única que quería, y deseaba de todo corazón que yo estuviese con ella; la maravillosa mujer que me pario, era la única persona en aquel inhóspito lugar y además muy lúgubre que lloraba por mí. ¡Le he preguntado muchas veces! ¿El por qué me trajo a este maldito mundo? Aquí solo viven los malos, las personas que son buenas, solo están para sufrir en esta tierra. ¿Y si no me crees, mira a tu alrededor, y veras que esas muchas gentes que te rodean son las que salen adelante, como sea, a base de hacer cuanto es necesario para sobre vivir, y al resto, lo pisan, lo entierran bajo sus poderosas botas de caminar por el asfalto caliente que se hunde al ser pisado.

Estos ya nacieron siendo velas, o más bien, cirios, de esos poderosos que se ponen en el altares de las iglesias. Unos son de colores, y a otros le hacen dibujos para que sean mucho más hermosos y vistosos que los demás.

¡Yo soy esta pequeña y pobre vela! La del platillo con el poco aceite que había en aquellos tiempos.

Un hospital para los pobres, sí, allí nací, y para que se mantuviese encendida qué trabajo di; y yo me pregunto ¿Si tanto costo tenerme con vida? ¿No hubiese  sido mejor dejarme morir? Para lo que he vivido en este mundo no merece la pena haber nacido.

Han pasado los años y me arrepiento de haber estado en este desgraciado mundo.

Hoy, al cabo de los muchos años que tengo, miro la vela de mi cuerpo, y sigue encendida. Eso que en esta vida he tenido tantos avatares que no sé cómo es posible que la mecha se mantenga viva. Por muy fuerte que hayan sido el viento y las grandes marejadas; no se ha apagado; con lo mucho que yo deseo que lo haga.

¿Cuántos años hace de ese día? Qué más da, los he vivido, si así se puede llamar el haber estado en este lugar. ¡Si yo contase, todo cuanto he pasado, creo, que yo sería un libro, y que su peso costaría trabajo tenerlo sobre las manos, y con las muchas hojas de su cuerpo se nos caería de ella! ¡Esto ha sido culpa de mi madre; si de esa hermosa mujer que me trajo aquel día fatídico!… Pero sigo aquí y por eso les cuento esta pequeña historia de mi vida.

¡Sigue encendida!… ¿Te has propuesto que yo viva hasta que a ti té de la gana verdad?

¿Cómo he de pedirte que me dejes descansar de una maldita vez?

No te das cuenta que no he valido para nada en este mundo, no has visto muchas veces los malos momentos que he  tenido que tragar, por qué,  tú  y sólo lo tú lo has querido. Hoy, de rodillas te lo pido. ¿Déjame descansar de una vez, haz el favor, y llévame a ese mundo donde viven las personas que son como yo? Las que sueñan con todas las cosas bella que sé que hay en este mundo, con las flores de colores, con las bellas mariposas y con los duendes que se esconden tras de una pequeña ramita de romero.

¿Has visto mi cuerpo? Sabes lo que son las estalagmitas, te das cuenta como corre lentamente la cera por sus paredes, y se van arrebujando sobre la corteza de su cuerpo. Ves como sólo soy arrugas, y no es un cuerpo bello y bien formado, todo es el sobrante de una vida, sí, de lo que queda de ella, y que si la enciende de nuevo hay que ponerle en el centro una nueva mecha; y la mía, está quemada, y sobre todo achicharrada, ya no queda nada de ella.

Eso soy yo, solo una vieja vela, la que un día la encendieron y después de tanto caminar, solo vivo del recuerdo, de los sueños y de las muchas cosas que hubiese deseado haber vivido, y creo que muchas de las borrascas que tengo en mi mente, y que están en mi baúl de los recuerdos todo, son casi todo, es mentiras y, nada de la verdad puedo contar ya que si lo hiciese dirían que no es cierto, que estoy loco,

¡Un número: dicen que son  los años que tienen la vieja vela de mi barco! Qué sabrán de mí, los que cuentan esas cosas. ¡Ya no tengo ganas de vivir, solo deseo de todo corazón, que llegue ese viento del sur, que me lleve consigo hasta que yo pueda ver ese mar que llevamos dentro de nosotros mismos!

El forjador de sueños

José Rodríguez  Gómez. El sevillano