La mecedora

La mecedora

Sentado ante la puerta del pasado, mirando el recuerdo con nostalgia.

He intentando recordar algunos momentos agradables de mi atormentada vida.

No recuerdo ninguno… ¿Es una pena verdad, llegar y no poder ni tan siquiera tener en mi destierro algo que llevarme a la boca y hacer como hacen algunos animales; rumiarlo y notar el sabor de aquellos alimentos que fueron tan agradables en mi juventud?

¿Tuve juventud? O tal vez no la tuve; y si la tuve puede ser que mejor sería no haber nacido; para lo que lo hice, no merece la pena estar y ser lo que nunca desee ser, y sin tener el algo qué me diese la razón de estar en aquellos malditos momentos de mi juventud.

Escucho una voz que es reconocida por mi vieja mente y, esta me dice en la distancia.

¿Abuelo, te enciendo la luz para que puedas ver bien? Y yo le contesto.

No hace falta hijo, yo puedo ver las cosas del color que me dice mi cerebro y no te preocupes por mí, estoy bien.

Se hará de noche, y tú no puedes caminar con la luz en la penumbra, te puedes caer. Estas son las palabras que me dice uno de mis nietos.

No temas por mí: cuídate tú de caminar siempre a favor de la luz; yo con los ojos cerrados puedo ver cómo la naturaleza cierra las persianas de mi mente y camino en la oscuridad cada día, a cada momento de mi vida, y cuando ella me lo diga yo cerraré los míos porque ya no los necesito para nada. ¿Os dais cuenta a lo que llegamos?

Se hace de noche y la penumbra cierra la puerta de todo cuanto he visto durante tantos y tantos años de mi vida.

La sonrisa de mis labios se ha quedado fija, no sé si estoy riendo o tal vez sea una mueca que se quedo reflejada en la comisura de mi boca.

¿Sonrisa o mueca de ironía, muchas veces, esta sonrisa es diferente a lo que ocurre en los nervios de la boca? Cuando la felicidad hace mover nuestros músculos para que los labios muestren un grado de satisfacción y nos haga reír con el agrado de las palabras que escuchamos, o con el recuerdo de algo que te ha venido a tu mente, y al recordarlo, tú muestras ese feliz momento y la piel de tu boca hace que esa sonrisa muestre algo de felicidad, aun que ya no son muchas, o tal vez si…

Esto hace que muchas veces ellos,  me miran, se sonríen y me creen que soy un viejo feliz…

No me han preguntado el por qué lo hago, no, eso no les preocupa, sino todo lo contrario, lo creen y se dicen entre ellos. El abuelo se siente encantado de su vida y está dichos; solo hay que ver la sonrisa que tiene permanente mente en su placida cara.

¿Podemos ver la profundidad de un océano con solo por la luz que reflejan los rayos del sol sobre sus aguas mansas?

¿Se puede saber qué es lo que piensa una mente cuando estás sentado sobre una mecedora, si la que siempre fue eso, una simple y agradable mecedora en la cual, cada día que nos sentamos vemos pasar los años, y que al paso de los tiempos vividos, llegamos a no poder caminar, a no poder decir lo que sientes, a quedarte callado y, dejar que te den lo que ellos crean conveniente, y que según ellos es lo mejor para ti?

¡Dicen algunos: que llegar aviejo es signo de felicidad, y que tú  puedes contar las cosas vividas! ¿Tú lo crees? ¿Has llegado a tener los mismos años que yo tengo, te has encontrado sentado y viendo pasar los días, las horas, los segundos que se acortan sin que tú puedas decir esta boca era mía? ¿Merece la pena tener los ojos abiertos, sentir como la penumbra te niebla la luz, y entre lágrimas se van ocultando todo el pasado; ya no te queda nada, sí, nada? Los recuerdos se marchitaron, nadie te cuenta lo que tú hiciste. ¿Por qué? Está claro, ellos no lo saben y tú tampoco quieres que lo sepan, estos recuerdos son tuyos y no deseas contárselo para no hacer más daños del que tú mismo tienes, y por eso no deseas hacer leña con el dolor de tus recuerdos. Es mejor dejarlo para que nadie sepa de ti cuanto pasaste en tu vida… si a eso se le puede llamar vida. Hasta donde hemos llegado: a tu alrededor están ellos, te besan en la frente y alguno que otro te limpia las lagrimas cuando las ven como recorren lentamente tus arrugadas mejillas.

Es posible vivir del recuerdo, cuando la felicidad ha sido benévola, agradable, y tú lo sabes que fueron momentos diferente a las demás, a lo mejor tus recuerdos llenan de luz esas oscuras horas de soledad.

Sientes que bajo tu cuerpo se escucha como cruje las viejas maderas; y piensas que es la misma madera la que se sientes, pero no siempre es el material de la cual está hecha, o tras muchas veces son las carcomas que chillan haciendo el ruido que hacen al irse comiendo las vertebras de tú viejo cuerpo.

He intentado mirarme al espejo de mis sueños, he podido comprobar que la luz de mis cansados ojos no me ha dejado ver con claridad el semblante de mi cara, y al verme reflejado, he visto con terror en lo que se ha convertido mi rostro al paso de los años… ¡Me ha dado miedo, sí, he sentido miedo; he rasurado la barba que cubría mi piel, creyendo que era otro y que yo no era ese! Pensaba que la vida me había estado dando algo de felicidad… Todo fue un sueño, lo cual, todo era mentira y nada de lo que durante estos últimos años he pensado que ese maldito recuerdo de mi mente me ha estado engañando, día tras día.

¡No siento miedo en la soledad de las horas muertas! Pero sí, siento, un miedo terrible cuando los recuerdo cubren mi mente. Ese es el momento que tiemblo y recordando los sueños del el paso de los años es cuando mi cuerpo se destroza en la soledad de la noche. Lo que no deseas haber vivido, pero sí que lo hice y que no sé lo que un viejo puede hacer cuando ese río cubre de aguas cenagosas toda tu mente y, no te deja dormir en las largas horas de la noche. Desearía que todo se borrase; pero no es posible, y es cuando quisiera no haber nacido; pero el destino de las personas nos hace vivir las secuencias de lo pasado una y otra muchas veces.

Hoy, tú, aun sigues viviendo: y quieres más de lo que te puede corresponde por ley, es cuando yo no quisiera estar sentado viendo cómo pasan los días y tú te ríes de todo cuanto hiciste conmigo.

Amarrado, en mi cana, sí, estoy amarrado ya que por mucho que quiera levantarme, no puedo, y siento como la brisa del mar humedece mi piel. Quiero secarme; noto que no hay tal brisa, que son mis ojos y en medio de la noche escucho la sonrisa de tu boca y el brillo de tus ojos me buscan en la oscuridad de la noche.

¡Maldita seas!  ¿Deseas hacerme más daños… no tuviste bastante con el que me hiciste, aun quieres hacer más trapos viejos con los jarápos de mi cuerpo?

Eres tú la que no me dejas dormir. Eres las horas del reloj, eres la razón por la que un hombre llora en el silencio de la noche.

¿Has vivido estos recuerdos alguna vez? Tú, sí, tú, la que daña la mente de un hombre que con el tiempo sé está, volviendo loco y él desea hacer lo que le dictan sus recuerdos; en esas horas donde se rompe el miedo, donde  se llena de veneno la mente humana y después se les llama locos, asesinos y muchas cosas más; pero no es verdad. ¡Eres tú el veneno que inundas el recuerdo de mi dolorida mente y pides más! ¿Sabes lo que él quieres hacer de ti, ese loco? ¡Dice mi mente que corte tu maldita vida en mis pedazos! ¡Sí, lo sé qué  estoy loco y deseo hacer con tu desgraciada vida lo mismos que tú me estás haciendo conmigo! No quiero seguir de esta manera, la vida que llevo sentado sin poderme mover; lloro cada vez que me acuesto y cuando despierto te veo reír, te burlas de mi pasado. Eres tú la culpable de todas mis desgracias… ¡Por favor, déjame llorar y no despiertes mi mente!

El sol ha dejado de lucir, la tarde cae lentamente y los rayos solo reflejan la sombra de mi cuerpo sentado, todo está en silencio. Me estoy meciendo, la sonrisa no se ha borrado de mi cara, y cuando creo estar feliz, me hablan con cariño,  esta voz me dicen… ¡Abuelo, vamos que es tarde, tendrás frio, ya se fue el sol, ese amigo tuyo que cada día te hace vivir en tus recuerdo!

Me habla una y otra vez, y al ver que muevo mi cuerpo, me pregunta…

¿Abuelo: que haces? Y yo le contesto… ¡Me estoy meciendo!

Con qué te estás meciendo…

Con mi mecedora.

¿Qué mecedora?

¡Con esta, no ves que suave me hace sentir cuando le doy el va y ven para que yo me sienta dichos al recordar mis sueños!

¡Abuelo, estos no es una mecedora! Tú mecedora se hizo muy vieja y hace mucho tiempo que la tiramos, ya no tienes mecedora para hacer lo que estás haciendo con tu cuerpo… esto es una silla de aneas que es tan vieja como tú… ¿Me estoy meciendo? ¡Sí, abuelo, tu lo haces y cuando sientes que tu cuerpo se hace para atrás y para a delante; sonríes y es cuando tú te crees que el viento te meces y te hace sentir cómo se llevan los recuerdo de tu alma! ¡Quiero seguir a haciéndolo!  Pues hazlo, y si quieres yo te ayudo. El forjador de sueños. José Rodríguez Gómez. El sevillano.

El pianista

El pianista

Decima parte

Tu eres la persona que deseaba tener por hijo, pero tuve una hija y esa es la que te quiere a ti, y si tú eres capaz de tocar cada día de esa forma, estarás a mi lado cuando tú quieras.

¡Señor, le respondió José: antes quiero reparar el piano blanco; y después de hacerlo con él tocare cada segundo de mi vida para usted; pero déjeme que lo arregle!

¿Ese es tu deseo? Hazlo, y cuando lo termines te espero en la mejor sala de este club.

Gracias señor, muchas gracias señor Duque; no le defraudaré en mi cometido, y si no pudiese; se lo diré y entonces usted dirá en que piano puedo estar con usted tocando.

Se levantó el señor y su querida hija; esta se cogió de la cintura de José y estos sonrientes caminaba juntos a su querido padre. Los dos estaban más que contentos ya que el dueño de todo era feliz, y había encontrado un blanquito que tocaba bastante bien el piano.

¡Hoy comeremos los tres juntos! ¿Qué te parece Jennifer?

¡Muy bien padre: como tu digas, los dos estamos a tu disposición, no tenemos otra cosa que hacer que es acompañarte a todos los lados que tú quieras!

¿Adónde nos vas a llevar si es que me lo puedes decir? Le preguntó jennifer.

 Es una sorpresa para ti, no digamos del blanquito.

 Se rieron los tres y José también le hacían gracia ese mote pero bueno si estuviéramos en su tierra tal vez no le agradaría porque allí al saberlo todas las personas que lo conocía le llamarían del mismo modo y esto no le gustaba.

Recorrieron los salones y pasillos y antes de llagar al lugar por donde tenían que salir. Hizo una llamada con su móvil; y terminado de hablar, le estaban esperando en la puerta de salida. Una vez en la puerta donde daba a la calle central de la misma y al ver tantísimos coches correr agra velocidad, este se quedo mirando a su prometida y ella al verlo y ver el resplandor de sus ojos y estando tan maravillado de lo que veía le pregunto. ¿Qué te parece tu pueblo: cariño, es que en tu tierra no hay tantos coches?… Él al ver el día tan magnífico que hacia este le dijo a su querida sonriendo. ¡Gau! qué día tan maravilloso. ¡Estoy vivo y tengo la felicidad dentro de mi cuerpo y todo gracias a ti por ayudarme a encontrar a tu persona y después a tu querido padre! Estas palabras dicha por el joven que acompañaba a su querida hija le hizo pensar en las palabras que él había dicho antes estando haciendo su prueba. Era su hijo, si ya que él lo deseaba haber tenido y si esto era cierto y siempre le daría gracias adiós por haberle dado una hija y de regalo también aún hijo que según le estaba pareciendo en verdad que también deseaba que a si fuera.

No había visto el coche que les estaba esperando y cuando se lo mostro Jennifer; él se quedo parado al ver lo grande y lujoso que era.

El chofer se adelanto ante su señor, abriéndole la puerta de atrás para que su jefe tomase asiento y después de hacerlo, cerró la misma, y como si fuesen su amo y señor, seguidamente les abrió la puerta a ellos dos. Primero entro Jennifer  se sentó al lado de su querido padre y tras ellos entro José. Una vez dentro los tres él tomo su asiento y habiendo dejado el coche en marcha le pregunto a su jefe. ¿Señor: usted dirá?… Solo un segundo le izo esperar para que él le diese sus órdenes y adonde quería que los llevara.

Pocas palabras hicieron falta para el chofer que llevaba tantos años a su lado y este con solo unas indicaciones él sabía el lugar y adonde deseaba ir con su hija y su flamante hijo. Recorrieron unas avenidas y José estaba alucinado al ver los lugares y los enormes y edificios que formaban aquellas calles de Nueva York. Solo unos minutos y estaba delante de una de los mejores restaurantes de la gran ciudad.

Llegados a la puerta les hicieron pasar con el coche a un estacionamiento privado, una vez dentro les abrieron las puertas a todos los ocupantes del mismo.

Señor Duque… esta es vuestra casa… por favor le hiso una reverencia y salió primero el padre de Jennifer, y el pianista que no sabía adónde se hallaba. Cuando del salió del coche, su querida novia esta le cogió del brazo y se lo apretó con todas sus fuerzas a su cuerpo, para que él se sintiese protegido y arropado después de haber realizado la prueba que lo convertía en su querido y soñado compañero. Al haber aprobado su examen, este era ya uno más de la familia; aunque ella sí que sabía que desde el primer momento que entre ellos dos encontraron el amor; desde ese mismo instante lo era, pero, a partir de ahora las cosas cambiaba porque esta vez su padre que era hombre de palabra y le había gustado tanto que no podía demostrarla delante de él, y desde este momento sería un hijo para su padre. José no podía hacer otra cosa que mirar para todos los lados acostumbrado a su pueblo en España; para él todo era maravilloso y jamás había pensado que en esta tierra pudiese haber tantas cosas maravillosas. Estas lo eran y a sí,   ella al verlo se lo miraba y se reía con tal cariño que le daba besos en sus mejillas para despertarlo de su sueños.

Una vez dentro de local de este restaurante y nada más entras le saludó el metre, haciéndole una reverencia como si fuese su señor; esto parecía un poco extraño, pero de esto no tenía ni idea de cuánto pasaba delante de sus ojos. Para él le pareció un poco exagerado pero no le dio más importancia que la que en verdad tenía.

Pero aunque no le diese importancia lo cierto que el lujo y el esplendor sé sobrepasaba por todos los rincones y este era el primer restaurante que esté joven había visto de esta gran ciudad para que este día tan especial para él fuese un regalo de esta vida, y además rodeado por su querida novia y su futuro suegro y, a demás también estaba el señor kunta que se quedo de pies al lado de José…  

¡Blanquito: le llamo la atención al oído mientras el señor Duque entraba al restaurante, este era su gualda espalda y todo lo demás, ya que era su manos derecha en todo cuanto pasaba por la vida de su gran señor! ¡Si te portas bien seré tu amigo para el resto de tu vida… pero; no se te ocurra hacerle mal a mi niña! José al escuchar sus palabras no le contestó, se hiso el desentendido alas cosa que le estaba comentando mientras que su señor no estaba presente… Pero sí que lo había escuchado, y que le gustó este comentario; al saber que aquí todos querían mucho a su querida novia. Este al ver que no le decía nada; volvió a decirle alguna que otra palabra. ¿Te has enterado… mi blanquito? Al ver que no le contestaba; le hizo nueva mente la misma pregunta, a la cual él sí que se había enterado y al saber que también era hija de Kunta; sonrió y mostrándole su agradecimiento por todo cuanto había hecho por él; este sé rió, y le dio su mano para estrechárselas a su protector que era desde que se vieron por primera vez.  Kunta al ver la manos ofrecida por el blanquito se mostros contento al saber que era y seria un maravilloso esposo para su querida niña…

Una vez dentro del restaurante el señor Duque, y su hija acompañados por su prometido, y cerca de él estaba su querido y nuevo guarda espaldas ya que no creo que a nadie se le ocurriese meterse con él desde este momento. Mientras José entraba iba mirando paras todos los rincones de este magnífico local, y como era la primera vez que estaba dentro de tan maravilloso lugar y su vista no alcanzaba ver todos los detalles él y su querido protector le mostraba cuantas cosas deberías de ver.

Jennifer le tenía cogido de la manos como si fuese un niño pequeño, para que no se le fuera de su lado, este al ver que era arrastrado casi tropieza y se cae. Esto hiso reía a cuantas personas le veían su emoción; pero nadie podía saber quién era en verdad.

El señor que caminaba en primer lugar, a este sí que le conocían todas las personas que llenaba este precioso recinto; él era muy conocido pero este joven era la primera vez que era presentado en sociedad.

Le asignaron el mejor palco del club. Una vez sentados Duque le  dijo a su querido yerno… Blanquito mira a donde tienes uno de mis pianos… ¿Te guata? Le pregunto. José se lo quedo mirando, podía ver el brillo de sus maderas con la luz de los focos que lo hacía relucir como si fuesen espejos y era tal la luz que desprendía qué se podían ver el color y el tipo de telas que envolvían los tapizados de los sillones, de las mesas que lo rodeaban…

¡Es magnífico, contesto des pues de haberlo admirado durante unos segundos!  Este al ver que no le contestaba le pregunto…  ¿Si no te gusta lo cambiamos? lo puedo hacer… sí un piano durante una de mis actuaciones se le rompe una de sus cuerdas; se cambia por otro perfectamente afinado y cuando esta reparado si hace falta se vuelve al piano en el acto durante una de mis actuaciones. Escuchándolo, pero pensando y soñando a la vez, él se preguntaba… Cuándo tendré la oportunidad de probarlo en una de sus deseadas actuaciones junto a su querido señor Duque…

¿Este es un de los lugares donde usted toca?… para quien lo hace. Y en especial, este lugar parece ser uno de sus principales sitios para escuchar y deleitarse con sus melodías. Tras escuchar las palabras de el joven; Duque sonrío, y con una sonrisa en sus labios le contesto… Mi querido hijo, este es uno de los lugares menos visitados por mí; este es el menor de mis club, pero este sería un buen comienzo para ti, a si podemos ver cual es tipo de madera ante el respetable… ¿Qué te parece si el primer concierto lo haces en este sitio?… ¿te gusta?

¡Sí, como no; es un lugar adecuado para un principiantes!

Presentaron la carta, este al ver que era lo que mostraban los escritos hiso retirar dichas cartas y solo con hablarle cerca del oído del metre, se retiró todo y les fueron llevando lo especial para el momento preciso.

Jennifer que lo tenía a su lado, ella, le coloco una de las servilletas para que se la pusiese en su cuello, y él al ver que se la quería poner le pregunto… ¿No crees que ya soy mayorcito para no mancharme?  Pero ella se rió, y se la puso en el cuello diciéndole… ¡No quiero que te manches la camisa nueva, esta camisa, entérate mi alma; la he comprado yo con mi dinero y me gusta mucho; así que te la pongo, y después, cuando termines de comer, te la quito!… ¿te has enterado; mocito? ¡Y ella, fue la que le ato dicha servilleta! Su padre que también estaba en el comentario sonrió con mucha fuerza, y se lo quedo mirando y le dijo… bienvenido querido hijo a nuestra familia… ya lo sabes las mujeres siempre tienen toda la razón… ¡ah, y no les lleva nunca la contraria que será lo peor que le hagas!…

Los tres rieron mientras se celebraba su puesta de largo ante este extraordinario lugar… mientras comía; José no dejaba de mirar y requeté mirar el piano. Este  parecía que lo estaba llamando y casi se le caían los trozos sobre el mantel de la mesa, y gracias a ella por haberle atado la servilleta no se estaba manchando la camisa con la comida, al no poner el debido cuidado para no mancharse…. Su padre los miraba, y se alegraba de tenerlos a los dos juntos; esta pareja que tiene mucho que decir y deseaba que todo cuanto sucediese fuese como este comienzo de la vida en familia.

Habían terminado su primer plato, ella no dejaba de reñirle, cosa que ella le tenía como suyo, y este lo deseaba pero le decía cosas como si ella fuese su madre; para que pusiese su atención en lo que estaba haciendo y no era otra cosa, que comer.

Mi blanquito: ¡quieres estar atento a la comida; le dijo ella: mira que si sigues así mi padre no te llevará nunca más a comer a otro lado! Viendo cómo se las gastaba su querida hija, este quiso ayudarlo un poco y salió al quite de su querida hija.

Levanto la mano, y esta señal hiso sonara la música en este lugar… Se encendieron las luces,  y detrás de un lugar de ensueño apareció una de las mejores horquetas que jamás había visto nuestro querido forjador de sueños.

Pero el piano estaba solo, nadie había para que se tocase, y su corazón le gritaba por dentro pidiendo que le permitiesen tocar por primera vez.

Se le caían las cosas de las manos, estaba muy nervioso, y esto sí que le hiso gracias a su querida Jennifer. Cerca de él y sonrientemente le dijo… Vez, anda, vez de una vez y toca algo para mí; corre lo estas pidiendo a gritos… ¿No escuchas como te está llamando? Dichas estas palabras y cuando el vocalista de la orquesta dijo por megafonía… señoras y señores: Hoy tenemos el honor de tener entre todos nosotros a nuestro querido jefe y como no acompañado por su querida hija y a su flamante y deseado novio; qué desde aquí le queremos da la bienvenida a nuestro fantástico mundo de la música… hiso un silencio y dejo que el público se quedara expectante para escuchar lo que les quería comunicar a todos.

Señoras y señores… este joven es uno de los nuevos pianistas que tiene nuestro jefe y querido señor Duque en su nomina. Yo,  personalmente quiero y deseo que si él tiene el gusto de acompañarnos para mí y para mi orquesta sería un honor qué tocase con nosotros.

Dichas estas palabras, Jennifer le empujo para que se levantara… tras haberse puesto de pies se escucho su primera aplauso él muy respetuoso inclino su cabeza en agradecimiento si haber tocado una sola nota…

Miro a su querido suegro. El se encogió sus hombros y sin decirle palabra se lo quedo mirando… ¿Tú sabrás que es lo que has de hacer le dijo? ¿Quieres que te conozcan las personas; pues ahí tienes tu primera actuación si es que te atreves a tocar en público?… Unos segundos en silencio, agacho su cabeza, y solo esos segundos se dijo a sí mismo;  es lo que estabas buscando no, pues demuéstrales lo que eres capazas de hacer; se puso de pies y nuevamente se escucharon los aplausos del respetable. Era su momento de gloria tenía ante sí una oportunidad para demostrar de que estaban hecho su cuerpo y sus sueños.

Antes de ir para el lugar donde estaba el piano, ella se lo cogió de su chaqueta, le arreglo su camisa y le trajo para darle un beso en sus labios; le dio un beso, y le dijo… Haber como te portas y no me dejes en ridículo te has enterado mi blanquito…

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

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