¿Cual es el color de tus ojos?

¿Cuál es el color de tus ojos?

¿Quién ha mirado el color de los ojos de su amada, de su amado, de la persona que quiere con todo su corazón?

Nadie, si, nadie ha mirado el color y lo que nos dicen esos ojos si lo miramos como hay que hacerlos.

Si vamos a un oculista, este nos dice; siéntese y ponga la barbilla sobre esta hendidura y pegue su frente para poder examinar sus ojos y no se mueva por favor. Esto es lo que nos pasa cuando vamos al médico para que nos cure el daño que podamos tener en nuestros ojos.

¡Pero no es eso lo que yo les quiero mostrar, no, no es así!

¡Yo quiero mirarte a ti, si, a ti; y solamente a ti porque eres la mujer que yo quiero, y quiero saber qué es lo que me dicen tus ojos!

En silencio nos miramos, y sin dejar de mirar esos ojos me dicen tantas cosas que no sé qué puedo decirte si no lo has hecho.

Son tan bellos que no es solo el color lo que puedo ver en verdad, ya que creo que entre todos los humanos nadie se ha fijado en el maravilloso espectáculo que nos muestra esa mirada de amor y esos secretos que nos guardan sin que pudiese saberlo.

Dos lagos de agua clara, sin olas, sin marejadas, sin tempestades, y sí, una calma que me sobre coge, y me deja sin aliento conforme me voy adentrando en tu maravillosa  belleza.

Veo la luz que se refleja de mi ojos, te puedo ver cómo te ríes de mí; son espejos que se multiplican por diez,  por cien, por muchos más, es algo que nunca pensé que me dirían tantas cosa de ti. Puedo ver tu mente, sí, es cierto que te puedo leer tus pensamientos mientras te  busco por todos los rincones y grito tu nombre pero tú no me respondes.

¿Por qué lo haces, no ves que estoy tan enamorado de ti, y tú lo ocultas en estos recovecos que tienes dentro de este mundo de colores y, de destellos que producen cada vez que tú me miras, te sonríes de mi al verme esclavo de tu ser?

Me envuelves y desde este momento soy esclavo de tu amor, de tu cuerpo y sobre todo de tus ojos que son la cárcel de mi condena. ¡Me preguntas por las rejas!

No sabes cuales son mis rejas, las que tú tienes en esos ojos, mis rejas son de acero y encima están rizadas y tiene un color negro, sí, negro como la noche; cuándo tú cierras tus ojos y yo en el e silencio de la noche velo por ti, y cada segundo de mi vida yo solo te pido que me perdones por haberme metido dentro de ti en esta cárcel del sueño. Mis rejas son tus pestañas esas que no me dejan salir y creo yo que tampoco quiero hacerlo.

Reflejos incomprensibles, destellos y toboganes del sueños, caminos por senderos cubiertos de floras, pájaro de colores, cantos de fuentes silenciosas y aguas claras por toda cascadas de tus sueños, nada ni nadie ha visto tus ojos y soy yo el que no quiero salir; me siento tan dichoso, qué esto es el cielo, yo te pido que nunca me saques de este torbellino de amores que me dicen tu mirada y, el color de ellos no me importa el que sea, solo deseo ser para ti esa luz que iluminas con tu mirada el camino hacia ti.

Me dicen tus ojos, que estás enamorada de mí, y por mucho que lo niegues no lo puedo creer. Sé que me amas, sé que me quieres y todo tus secretos están dentro de tu mirada, dentro de estos ojos verdes que son la belleza más hermosa de este mundo y quiero ser para ti, sí, para ti cada segundo de mi vida y no me saques que me haces llorar; quiero estar  dentro de esta cárcel de cristal para el resto de mis días.  

Mírame sin parpadear para poder ver la profundidad de tus bellos ojos.

Me miraste y, sin hacer un movimiento quedé mirando la luz que desprenden tus ojos.

Para todas las personas tengan el color que tengan sus bellísimos ojos.

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

 El sevillano.

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