Vanesa
¡Déjame ser tu amante!
Quiero ser tu amante, sí, no temas yo no quiero hacerte daño, solamente quiero amarte en las sombras de tu vida. Seré la funda de tu almohada, la estera de tus pies, él que escucha tus deseos cuando tu mente está soñando y sin que tú lo sepas, yo seré el que te seque las lágrimas de tus ojos.
Seré parte de ti, ese hombre que te escribe poesías y sin que nadie se entere yo estaré tras de ti y cuando estés haciendo el amor; yo te mirare lo dichosas que eres, secaré el sudor de tus senos, acariciaré tu piel poro a poro, y cuando ya hayas dejado de jadear; esteré sobre ti sin que nadie lo sepa.
Tu marido dormirá y en ese momento, yo sobre una estrella errante te llevaré a los confines del cielo, y allí te daré una casa llena de besos; y si que tú digas nada yo estaré escondido entre las sombras de tus pestañas mirando como duermes después de hacer el amor.
Te amaré en la distancia, la lejanía no impedirá que yo te pueda amar; entonces te diré con un suave murmullo lo que te llego a querer, y cuando mis labios se abran con caricias en tus oídos sentirás las palabras que nadie te dice. Ese será nuestro secreto, sin que tu marido se entere yo te llevare flores en primavera y cuando nadie nos vea te besaré en tu labios. En silencio lloraré mis penas de un amor, sé que se evapora con el viento y me hallarás en la orilla de un riachuelo, y sentado a la sombra de un árbol desojando una margarita pétalo a pétalo y en mi silencio iré diciendo; me quiere, no me quieres, sin que tú lo sepas yo soñaré contigo, y en la oscuridad de la noche te amare tanto que nadie en este mundo lo pueda hacer igual que yo.
Déjame ser tu amante, no me importa que tú no me quieras; yo, con estar cerca de ti y escuchar el cascabel de tus sonrisas ya tengo bastante. Soy muy viejo y solamente me quedan mis sueños por eso te pido que me dejes soñar por última vez.
Sí, ya lo sé que es muy triste, lo sé llegar aviejo pero solamente al escuchar tus sonrisas; me he enamorado de ti, que le puedo hacer si ya mi mente está chocheando, y ni la verdad me parece mentira; qué quieres que yo le haga, pero si te veo pasar por mi lado mi mente se me disloca y se vuelve joven aunque solamente sean en mis sueños.
Deja que te acaricie, que roce mis manos sobre todo tu cuerpo cuando te cubre el silencio. Tú sabes, que todo cuanto te digo… es un sueño, y que nadie podrá escucharlo. Cada vez que tú estés sobre tus sabanas has de mirar a tu alrededor; sentirá mis suspiros y mis labios te estarán besando entre tú, tu marido y en medio de los dos estere yo. No temas que no molestaré, pero que lo sepas que no me importa, ya que sabiendo yo que tú no le dirá a nadie que somos amantes; solamente el viento y la brisa de tu boca sabrá lo mucho que te estoy queriendo. Déjame ser tu amante que me muero por tus besos.
El forjador de sueños
José Rodríguez Gómez
El sevillano.