La muleta de agua
Cuento.
Hoy quiero contaros un cuento: Los cuento son sueños que un día conto una persona a otra y esta se la volvió a contar o otras muchas.
Le llamaban el forjador de sueños. Este hombre era muy viejo, no por sus años, no, sino porque había vivido tantas cosas que todas se les quedaban guardadas en su mente y donde llegaba dejaba un cuento para que las personas del lugar pudiesen contarles cosas del pasado a sus hijos y seguramente por eso él se dejaba llamar de esa manera. Caminaba sobre la tierra, él no tenía un lugar donde quedarse a vivir y, deseaba caminaba sin ser otra cosa que una parte del viento que nos lleva a otros lugares sin destino seguro. Ser una hoja que es levantada suavemente por el viento y la arrastra hasta un destino donde pueda contar lo que él desea.
Le dolían los pies, estaba cansado de recorre los caminos sin mirar a donde andaba, ni a quién podía ayudar; él no tenía brújula para saber en cada momento donde estaba su cuerpo, cosa que tampoco le preocupaba y, esta vez detuvo su cuerpo cerca de un pequeño pueblo a donde había un fuente de cristal.
¿Has visto alguna vez una fuente que fuese toda de cristal?
De la cual se viese como sube de su interior el agua que manan sus entrañas, ver como cada chorro es de diferente color que el de al lado y diferente del siguiente.
El agua caía sobre los cristales que formaba su cuerpo; y al choque de esta con su base se podía escuchar una melodía que nadie sabía el por qué esta fuente hiciese con el cantar de sus sueños.
Esta lo era, sí, lo era: toda de cristal y, de sus choros salían aguas de colores, al caerse al suelo se formaba un río tan bonito que el al verla creyó que era un arco iris que salía de la propia tierra.
¡Jamás vi cosa más bella que esta fuente!
Estando cerca de este pueblo: pienso que todas las personas que viven en un lugar tan bello como este tiene que ser muy felices y, que nadie se sienta desgraciado ni aquejado de ningún mal.
Lo que son las cosas; nadie es feliz si las desgracias nunca vienen solas.
Sentado a la espalda de la fuente.
Se había descalzado, sus pies estaban hinchados de tanto caminar; el calor que hacía era tal que solamente los grillos y el sonar de la fuente eran sus acompañantes. Un viejo roble cubría todo el lugar, la sombra ocultaba todo resplandor y bajo esta sombra se estaba como sí todo lo demás fuese un sueño de verdad. Bebió de sus aguas, refresco su cuerpo y sentado en el suelo se quedó dormido.
No llevaba dormido una hora; cuando lo despertó una niña. Era muy bella, su cara parecía una estrella que reflejase desde el cielo y, esta vez estaba sobre la tierra.
Sus cabellos eran negros, muy largos y además los tenía tan rizados que parecían caracolillos que sonaba con el roce del viento y que contrastaba con la oscuridad de una noche de verano.
Bestita con harapos, sus pies estaban descalzos y su cara al ser tan bella era imposible que estuviese llorando; llevaba consigo una muleta de palo la cual le ayudaba para que pudiese caminar. Recogía agua con un cántaro muy grande, tanto que me era imposible pensar que esta pequeña niña pudiese con el peso de este enorme tiesto.
Sentí sus sollozos y esto me hiso preguntarle cosas para que me contase el por qué su llanto.
Hola, dime. ¿Cómo te llamas y por qué lloras: esa cara tan bonita no merece estar tan triste?
¡Qué sabrá usted de la vida! me contestó.
Sí, claro, tú eres mucho más vieja que yo y por eso sabes tantas cosas, que me puedes dar lecciones de los sufrimientos de todas las personas que viven en este lugar.
¿Cómo te llamas: si es que me lo quieres decir?
Se me quedó mirando y, sin ganas de hablar con un extraño pero me dijo su nombre.
Me llamo Luciérnaga.
¡Qué nombre tan bonito y por qué este nombre!
Así se llama mi madre, y este es el que me puso el día que yo nací.
¿Cuántos hermanos sois en tu casa?
Conmigo; siete y mi padre, pero como nunca está despierto pues no podemos contar con él para nada.
¿Esta borracho, o es que trabaja de noche y duerme de día? Le pregunté a esta niña.
¡No, mi padre no trabaja nunca, él es la noche y, mi madre es una luciérnaga que vive para crear muchos hijos y después cuando ha creado un nido, se marcha buscando otro macho y, vuelve a crear otro y otro hasta que llena el cielo de estrellitas de colores y por eso me puso su nombre!
¿Qué te paso en tu pierna, por qué tienes daño?
Era yo muy pequeña y un día cuando mi madre se fue atrabajar yo quise irme con ella y como no la puede coger me di un fuerte porrazo contra el suelo y por lo que se ve me rompí la pierna, a si llevo desde ese día.
¿Me dejas ver tu pies, puedo darte un masaje y con el sentirás una mejora que tal vez pueda curar el daño que te aqueja?
Hincado de rodillas me puse ante tan pequeña criatura que de mis ojos sin que yo le dijese que llorasen, ellos sin hacerme caso comenzaron a llorar y con el llanto de mis lágrimas lave su herida y cuando le secaba su pierna esta se había curado.
En el río de la fuente introduje sus piernas, se las lave suavemente el frescor del agua le hacía cosquillas y se comenzó a reír cosa que a mí también me hizo tanta gracia que los dos reímos con tantas ganas que se nos quitaron las penas que pudiésemos llevar.
Una vez se había llenado el cántaro le dije:
Llevaré yo este pesado botijo. Tú coge tu muleta y te acompaño a tu casa; a si puedo conocer a toda tu familia.
Cogí el pesado botijo, ella quiso coger la muleta que estaba cerca del río y cuando fue acogerla ya no estaba se la había llevado la corriente según decía ella.
Comenzó a llorar de nuevo y le dije:
¿Por qué lloras, dime?
¡Como podre andar si no tengo mi muleta, era la forma de apoyarme contra el suelo y a si caminar aunque muy despacio porque soy tan pequeña que ahora no lo puedo hacer ya que el río se ha llevado mi muleta!
Inténtalo sin ellas haber que pasa.
Miro sus piernas que estaban dentro del agua y, sin secárselas las puso sobre el suelo que estaba lleno de hiervas tan fresquita que le hacían cosquillas en las plantas de sus pies. Se detuvo de pies, no se atrevía a dar un solo paso, pero escuchando mi voz se animo a intentarlo y viendo que se sostenía sin caerse comenzó a caminar si su querida muleta que se había convertido en agua y la corriente se la llevo para que nunca más tuviese que llevarla ya que esta niña era tan bonita y tan buena que siendo la mayor de todos sus hermanos pero muy pequeña; ya que era hija de una luciérnaga y que las estrellas de la noche la confundían con una de ellas.
A veces los sueños se hacen realidad. Estas palabras me lasa dijo una mujer una vez y, no supe entender que era lo que me quería decir con esto.
Un sueño o una realidad de la vida; sea lo que sea te pregunto: ¿te ha gustado mi cuento? Si es a si vota la página del forjador de sueños.
José Rodríguez Gómez
El sevillano.