Cuarta parte
El barrendero
El perfume de las rosas
¿Qué hacemos con el gato?
¡Usted sabrá que hacer yo no lo quiero en mi casa y menos muerto!
Bueno, eso de muerto habrá que preguntárselo a él; más bien digamos asesinado.
¡LLéveselo de una vez! Gritando para que no ver lo que ella ha realizado.
Cogiendo el gato por el rabo para no llenarse las manos de sangre, lo mete en una bolsa que él llevaba en sus bolsillo y sin haberlo recogido ve qué el suelo están los casquillos de la balas y estas también las recoges y le pide a la señora algo para limpiar la sangre del pobre animal.
¿Puede darme un trapo para limpiar el suelo, o prefiere de se lo deje manchado?
La señora va por una toalla y se la da sin mirar al pobre gato.
¡Tenga usted!
Gracias.
Una vez ha recogido la sangre de este pobre animal y limpiado la mancha del suelo se dispone a marcharse.
¿Qué piensa hacer con mi gatito?
¿Usted dirá que es lo que prefiere que hagamos?
Lo puedo quemar, enterrar, triturar o dejarlo para que se lo disequen.
¡Qué horror!
También le puedo hacer una tumba en su jardín, a si, cada día le puede poner unas flores.
No: mejor se lo lleva, ya compraré otro.
¿Qué le debo?
Lo que quiere darme, a mí esto lo único que me ha hecho es perder tiempo en mi trabajo.
Sacando unos billetes de cien euros se los da en su mano para que le dé una buena sepultura de su pobre animalito.
Cuando él ve la cantidad de dinero que le ha dado le dice a la señora.
¡Cuando usted me necesite, estoy aquí noche y día a su lado para que no tema de nada; yo la cuidaré; pero no ha de coger la pistola por si a caso no valla ser que se equivoque por casualidad!
Sonríe y dándole la mano se despide de ella.
Si alguna vez me necesita ya sabe dónde encontrarme. Cuando se va marchar saca de su bolsillo una tarjeta y se la entrega.
¡Limpieza en general: el barrendero!
Se lleva la bolsa, coge su escoba y se marcha cabizbajo pensando en la cantidad de dinero que le ha proporcionado este pobre gato.
¡Sería mejor trabajar para ella a si no tendría que estará en la calle pasando frío o calor!
Antes de llegar a la reja de la entrada ve que la cancela está cerrada, mira para atrás buscando a la dueña para que le abra la puerta de salida; antes de poner sus pies cerca de esta se abre y por un pequeño altavoz que tiene en uno de los pilares se escucha la dulce voz de ella.
¡Gracias por todo, buenos día tenga usted!
La bolsa en su mano, la escoba en la otra y en esto llega un policía y le dice.
¡Levante las manos, no haga ningún movimiento en falso!
Suelte la bolsa.
El hace lo que le han pedido él se extraña sin saber que mal ha hecho para que le estén apuntando con una pistola sin haber hecho nada malo.
A fuerza de empujones lo arriman a su carro, antes de que le diera tiempo de meterlo adentro.
La puerta de entrada se abre y en ella aparece la señora.
¡Regístrenle; me ha robado mucho dinero y en sima ha matado a mi pobre gato, aquí le entrego el arma con la cual le ha disparado hasta diez tiros y lo ha dejado frito!
Quiere hablar pero no le dejan; lo amordazan y encima queda apresado de algo que no puede entender.
¡Yo no he matado a nadie, es ella la que lo hizo y, ella es la que me ha dado este dinero que tengo en mi bolsillo de mi chaqueta!
Le registran y, encuentran casi quinientos euros en el bolsillo que le ha dicho, ven que es mucho dinero y esto hace que los agentes duden de las palabras de este hombre.
¡Me ha robado! Exclama la señora. Saca de una pequeña bolsa la pistola con la cual han matado a su pequeño gato; se la da a los agentes para que puedan verificar que sus huellas están sobre el arma suicida.
Esta señora enguantada sus manos para que sus huellas no estén sobre esta pistola.
¡Exclama, gritando todo cuanto puede, pero estos agentes creen en las palabras de esta caudalosa mujer y a él se lo llevan arrestado por robo y asesinato de un pobre animal!
En esta vida se cuidan más aun animal que a las personas. El dinero abre puertas y cierra ventanas para que nadie pueda saber la pura verdad de todo cuanto pasa en este mundo donde a vemos muchos más pobres que ricos.
Registran el carro, miran su interior, ven que hay solamente hojas. Los agentes precintan el carro, este se queda sin que se pueda mover, acto seguido se llevan a nuestro pobre barrendero.
¿Qué pasará?
Dicen que la justicia es ciega, que las leyes están para cumplir los escritos y, siempre es a favor con las palabras del poder; contra el infeliz que vive de un sueldo y muchas veces no llega para poder sobrevivir con este.
Cuantas personas están encerradas por una voz que al ser tan dulce nadie puede contra ella y, siempre sufren los que tenemos la voz agrietada sin que nadie se cuide de curar estas heridas que nos hacen sangrar la garganta de tantos gritos que damos en el silencio de la noche.
¡Cuesta menos hacer un crimen que matar a un ruiseñor!
¿Cómo saldrá nuestro personaje de este lío?
Lo podremos leer seguidamente.
El forjador de sueños. José Rodríguez Gómez. El sevillano.