Tercera parte

El barrendero

El perfume de las rosas

Por favor pase usted:

Nuestro hombre pasa al interior de la casa, una vez dentro separa y, es nuevamente la señora la que le pide que pase y tome asiento.

Puede sentarse: le contaré lo que me ocurrió esta pasada noche. Como usted sabe anoche hubo una fuerte tormenta, estaba sola en la casa, vi que una de las ventanas estaba abierta, las cortinas se las Llevaba el viento y una de las Hojas golpeaban en las paredes de mi casa. Sentí miedo, no sabía quien había entrado y viéndome aterrorizada busqué una pistola que guardo para estas ocasiones.

¡Tenía mucho miedo!

Nuestro querido amigo escuchaba el relato de esta mujer, lo que no sabía qué era lo que quería que él hiciese.

Vera usted: usted me ha dicho que puede hacer todo cuanto yo le pida.

Sí: Cuénteme todo lo ocurrido y después veremos qué podemos hacer.

Serían las doce, estaba sentada leyendo un libro de terror, su lectura me daba miedo, y antes de dejarlo, escuché el sonido de la ventana como golpeaba en las paredes de mi casa. Tenía miedo, deje el libro sobre el brazo del sillón y con mucho cuidado y, sin hacer ruido me dirigí hasta la cómoda donde guardo la pistola.

¡Tengo permiso de armas, por ese motivo la tengo en casa!

¿Le vio usted la cara al intruso?

No; yo no le vi; solo sentí el ruido y la sobra de que alguien había entrado en la casa.

¿Fue usted a buscar su arma, la cogió y después cuando la tuvo en sus manos que hiso?

Mire donde estaba la ventana abierta, era de noche y no quería dar la luz para que no me pudiera ver.

Podía ver la cortina que se levantaba con el viento, la hoja de la misma sonaba una y otra vez en la pared, y yo mirando y por más que lo intentaba no veía a nadie. De pronto vi una sombra que se movía lentamente hacia mí y, en ese momento no supe que hacer sino disparar al lugar de donde salía dicha sombra.

Una vez tras los disparo miro usted para ver de quien se trataba.

¡No: medaba mucho miedo!

Usted me ha dicho que se encarga de limpiar todo cuanto le pida.

¡Si, a si es, primero tenemos que ver de quien se trata y, quien es la persona que usted ha matado!

¡Era en defensa propia!

Muy bien pero eso no quita de que tenemos que ver y mira por si usted le conocía o no, a lo mejor en verdad es un ladrón que ha entrado en su casa y viéndose acorralada por el terror usted le disparo.

¿Cuántas veces le disparó?

¡No lo sé, solo sé que mientras tuvo balas fui apretando el gatillo hasta que dejo de disparar!

Bueno: Tenemos que avisar a la policía para que se aclare este asunto.

No quisiera tener que hacer tal cosa, yo pensaba que usted lo dejaba barrido y nadie se enteraría de este atraco.

¿Qué atraco, usted me ha dicho que le disparó, pero no sabemos de quien se trata? Por lo tanto miremos primero y después ya veremos que aremos.

¡A mi meda miedo! Véalo usted mismo.

El barrendero comenzó a buscar entre los sillones que estaban situados cerca de la ventana.

Encontró al muerto:

Señora: puede usted venir para que me diga si es este el muerto que entró por su ventana y si por casualidad le conocía.

¡Yo no quiero verlo, entró en mi casa y en defensa propia le disparé!

De acuerdo: entonces que hacemos con esta fiambre.

¿En estos casos que es lo que usted hace con ellos?

Me los llevo, los quemo o los entierro para que nadie sepa que es lo que ha ocurrido.

¿Y para que yo no esté implicada en este sucio embrollo que hará esta vez?

Lo que usted quiera. Lo podemos quemar como le he contado, enterrarlo sería lo mejor, a no ser que usted me diga otra cosa.

¡No, a mí me da lo mismos, lo que quiero que se lo lleve y haga con él lo que quiera! Le pagare cuanto me pida, si lo quiere en dinero negro o le hago un cheque por el valor que usted me diga, tengo mucho dinero y no hay problema de cantidad.

Se agachó hasta el lugar donde se hallaba el muerto; mirando su cuerpo le fue contando los aguajeros de las balas que le habían dado en todo su corazón, esto le hiso preguntarle a la señora.

¿Había bastante luz en la sala?

¡No me acuerdo! ¿Por qué lo dice?

Mire, mi querida señora, el cuerpo de este tiene diez disparos y todos ellos le han dado en su corazón;  por lo tanto, tiene que haberlo visto muy bien antes de dispararle; a no ser que…

Quedó en silencio, mirando a esta bella mujer la cual estaba bastante tranquila, ya que los nervios los dejo después de no haber visto a la persona que le había disparado y nada menos que los diez disparos en todo su cuerpo.

Venga usted a mi lado y, mire a lo que le ha disparado.

Era la manera de hacer ver a esta mujer que por nada del mundo quería saber a quien había matado.

¿Después de los disparos escuchó algún ruido más, o todo quedó en calma?

¿Pudo usted dormir o Tuvo miedo?

¡No dejo de haber sombras, cerré la ventana y todo quedó en el más absoluto silencio!

Se acerco hasta esta buena mujer que estaba temblando de miedo y, cogiéndola por sus manos la fue acercando hasta el cadáver de la noche.

¡Por favor; no me obligue a verlo!

Venga, no tenga miedo, esto es porque para usted es la primera vez que mata a alguien; cuándo le haya pasado muchas veces como a mí, ya verá cómo entonces no le teme a nada y menos a reconocerlo.

Temblando y, casi llorando se negaba a ver de quien se trataba, nuestro barrendero la trajo hasta el lugar donde se hallaba el muerto y obligándola a que mirase. Ella había cerrado los ojos, no deseaba ver lo que había hecho y cuando la voz del barrendero le dijo casi gritando:

Mire de una vez señora y verá a quién ha matado.

Agarrándole la cabeza obligo a que mirase y cuando vio en el suelo lo que había hecho comenzó a llorar desconsoladamente.

¡Mi querido gatito!

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano.

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