En el nombre del padre, del hijo, y del espiritusanto.

Reza tres aves Marías, un padre nuestro y tus pecado serán perdonados.

¡A si cualquiera comete lo que le te la gana y encima te perdonan!

¿Te das cuenta de lo que hacen estos señores vestidos de negro para poder vivir?

Expolio, sí, durante la guerra se expoliaron muchas cosas de nuestra tierra. Cuadros, obras de arte, joyas, dinero y muchas cosas más.

Que yo sepa no estábamos en guerra con nadie. ¿Estos señores que dieron el golpe de estado; contra quien luchaban, o eran ellos los que se pusieron de acuerdo y arrasaron con todo y nos llevaron a una guerra sin cuartel?

Ochenta y dos años después: Se oponen a dejar qué la historia se pueda poner en el lugar que le corresponde.

Siempre apoyados por esos señores de negro, que para mí; en todos los países donde campan a sus anchas son los países más pobres de la tierra. Entre ellos nosotros, Portugal, y Hispanoamérica; ellos no, el pueblo que los cobija.

¿Se les tiene que dar la razón a su familia?

¿Estos señores limpiaron las acaras y debido a ello se hicieron inmensamente ricos?

Hoy en día: Hijos del dictador se le otorga el titulo como heredera de su madre; cosa que son la familia del criminal más grande que ha dado la historia de nuestro pueblo.  ¿Han de vivir con lo amasado durante tantos años porque su padre, su abuelo, su marido era el que hacía y des hacia todo cuanto quería: claro era el caudillo?

¿Algún país del mundo la familia de los dictadores viven de las fortunas que consiguieron cuando estos mandaban? O solamente pasa en España.

Se dice: no hay mejor defensa que un gran ataque, y todo queda arreglado teniendo en su defensa a todo el clero de ésta tierra, bien vividos, bien alimentados y sin pagar ni un euro.

¡Claro, ya me decía yo, los pecados de los ganadores no eran pecados! Los de los rojos y republicanos sí.

Que no puede ser vamos; yo robo y, antes que me pueda comer un pedazo de pan ya estoy entre rejas.

Estos señores y toda su familia; no sé cuánto han extraído de las visitas a todas las ciudades que acompañaba a su querido dictador, mientras él era homenajeado por los alcaldes de las ciudades y del clero; ella se paseaba por todas las joyerías y la que le gustaba era para el patrimonio familiar.  A si cualquiera se hace rico y encima los apoyan para que nadie les quite lo que bien se habían ganado en el campo de batalla. Y digo yo: Que viva España que es una de las naciones más ricas de toda la tierra. ¿Dirán ustedes por qué? Mira que hay ladrones en este país, pero nunca llegamos a la ruina; será porque tenemos de todo como en botica.

¿Cuántas veces se confesó… muchas o pocas? Que se yo, seguramente el cura que lo confesaba ya le conocía y siempre le decía lo mismos. Lo tuyo no son pecado capitales; son cosas que pasan en todas las guerras: son daños colaterales y eso no es pecar; lo que si te quiero decir, es que a nosotros no nos falte la olla para que podamos seguirte perdonando en todo cuánto su Ilustrísima haga.

Le llamo ilustrísima porque era el grado que se le tenía que dar antes de abrir la boca y cuando entraba en las iglesias él tenía el derecho adquirido para ir bajo palio y esto es un grado para la santa madre iglesia.

¡Y que Dios nos perdone! Amén.

¿En Alemania: los herederos del dictador también viven con estos placeres como estos señores? ¿Hay algún lugar de la tierra que se pueda vivir con tan poca vigilancia sobre estas fortunas?

¿Son de ellos, les corresponde por ser quienes son o seguimos siendo parte de este juego que se traen todos los políticos de nuestro país ya que ellos son los que permiten que pasen cosas tan fragrantes ante nuestra narices?

¡SI Dios viviera: otro gallo cantaría!

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano.

 

Ochenta y dos años 1936

Y no hay manera.

¿Quiénes somos?

Un golpe de estado: hace ya muchos años y el rescoldo sigue vivo; y no se termina de apagar. Les pasa lo mismo que ocurre en los campos españoles. Se queman y hay que mandar un montón de bomberos para intentar apagar dichos fuegos y casi todos son intencionados.

¡Basta ya: hace mucho tiempo que terminó dicha guerra y no hay manera de que podamos ser como todos los estados europeos, no, nosotros no, tenemos que dar la nota!

Si a esas personas que siguen queriendo levantar a ese dictador; seguramente comenzaríamos otra guerra, en el mismo lugar y con  las mismas personas.

¿No os da vergüenza querer hacer un nuevo río que fluya por las calles de nuestra tierra?

No hubo bastante, o tal vez no se hizo bastante sangre para querer levantar y crear otra.

No hay nación en el mundo que tenga un mausoleo que se le ofrezcan flores al dictador. Donde se ha visto tal cosa. Que no; que no hay manera de ser ni de saber cuántas clase de personas vivimos bajo el mimo techo.

Si a cada uno de esos que se levantan y alzan el brazo cantando la cara al sol. Le diésemos una pistola; esos tipos harían una masacre sin que el resto podamos hacer algo para detenerlos.

¡No, no hay manera de exterminar esa lacra, son asesinos a sueldo y siguen siéndolo y estos nunca se terminara en esta nuestra tierra ya que estamos muy mezclados con otra sangre que dejaron los que eran dueño de nuestro territorio!

¿Moros?  Puede ser: porque no hay manera de comprender a esas personas. No se crean que es solamente le pueblo, no, son los mismos que están en el gobierno;  ellos son los que alientan a estas personas que de conocimiento creo que tienen poco y, a si se les puede hacer como hacen con los jugaditas.

Levantar nuevas ascuas de un rescoldo que nunca se ha terminado de apagar. ¿Es que no hay agua suficiente para exterminar este fuego que arde dentro de esos corazones que nunca dejaron de sentirse dominantes y hoy no están en ese bando y quieren volver de nuevo a encender el fuego de la guerra?

¿Cómo os tengo que llamar, díganmelo ustedes mismos? Soy tan viejo como muchos de ustedes y, que no estuvimos en esa maldita guerra; ustedes seguramente tampoco; pero no, hay  que darles de comer a tantos sin sinvergüenzas que no se conforman con estar en segundo plano. Quieren estar delante y, si no, hay que encender el fuego por culpa de un muerto… que lastima que no murió en la guerra, no, este estuvo mandando y haciendo lo que él le daba la gana y ahora hay que despertar el esqueleto que a tantos os dio de comer.

Por lo tanto: ¿Somos casi moros, o somos egipcios?

Esos que tienen sus pirámides y veneran el esqueleto de sus faraones, los que les daban palos para crear sus monumentos y encima les adoran y siguen adorándoles estamos en su tierra o esta es nuestra. Somos muy diferentes, creo yo, todos esos que siguen en pie de guerra para fomentar el problema de estos que se esconden tras sus siglas y solamente buscan el conflicto entre hermanos.

¿Más sangre por las calles, más, aun queréis otra desgracia para nuestro pueblo, no penáis que ya hubo bastante para que lo recordemos durante toda nuestra vida; aun más?

Miles de esqueletos refugian al dictador, él como si fuese un faraón esta tumbado en el centro de ese lugar.

Le falta los abalorios que le daban a los faraones y estaríamos pensando que se ha cambiado el lugar; pero no las gentes que le siguen adorando.

Mejor sería que terminara esta nueva película. ¿O es real, que nunca se terminó y estamos en una nueva batalla en medio de los campos sembrados de trigo y sin necesidad de que nadie pase hambre?

¡Faltan hombres: si, creo que faltan muchos hombres que tenga la mente limpia, que no quieran ser esos faraones que nunca dejaron el poder y ser una parte de ese pueblo que pide libertad; y que la vida se pueda vivir sin amenazas de otra guerra!

Ustedes no levantan las manos para cantar, quieren tener las pistolas engrasadas y dispuestas para abrir fuego contra tu propio pueblo.

¿Es lo que  queréis? Casi no queda ni uno de aquellos que empuñaron esas armas de fuego; el sonido de las balas se perdió con el viento. Los campos se sembraron de nuevo y los cuerpos que están enterrados sirvieron de abono para las nuevas cosechas.

¡Por favor: ya está bien, dejemos que corra el tiempo y que seamos más creativo y menos dictadores que en su tiempo hubo muchos pero ya están bajo tierra y hay que dejarlos en paz!

No me refiero a este dictador, no, este ha de estar donde le corresponde; bajo tierra pero no venerado y si alguien le quiere dar un beso cada día que vaya, pero que no esté rodeado de tantos y tantos cuerpos que él mismos hizo que los asesinaran.

No sois los únicos que vivís en esta tierra, no, estamos muchos más que no queremos otra guerra, queremos estar con todos ustedes pero siempre que se estrechen nuestra manos para siempre y dejemos de hacer lo que unos quieren  en contra de otros pensamientos más modernos que es lo que hacen otras naciones y ellos sí que son europeos y no ustedes que desean hacer de este país una nueva lucha entre hermanos.

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano

La escalera de cristal

¡Usted, su majestad: no tiene derecho a sentarse un esa poltrona!

La vida como la guerra es un juego que se realiza sobre  un tablero de ajedrez.

Una partida donde siempre ganan los que mandan.

¿Y el resto de guerreros que se llevaron: o estos no hicieron nada en el combate?

Sus ancestros lucharon para conquistar España. No sé cuanto fueron; muchos, digo yo, para echar a tantos moros como  había en esta nuestra tierra.

Como de costumbre en estos casos tus tatarabuelos no lucharon se limitaban a estar sentados viendo como otros se peleaban y ellos en la distancia se hacían con el poder de toda esta península.

Quiero decir con esto que en todas las guerras hay: diferentes mandos y de los cuales son los que se llevan el botín  y el resto sirve solamente para allanar el campo y amontonar los huesos para que los mandos se cubra de honores.

Lamentable, pero cierto, si, a si es la vida y creo que lo seguirá siempre a no ser que todo esto de un vuelco y se pueda repartir los beneficios de otra manera. Lo dudo mucho que  lleguemos a tener lo que nos corresponde.

¡Vallamos al grano: en España se gano la guerra, se terminaron las contiendas y llegado el momento de repartir ganancias  y solo estaban dos bandos!

En verdad eran tres, mas los caballos y las mulas de carga pero a estos nunca los contaron y en este caso tampoco los vamos a tener en cuenta.

¡Su majestad: la contienda ha terminado; el enemigo se ha rendido y le entregara las llaves de Granada en las mismas puertas de la ciudad!

¡Te nombro marqué  del el cenete: Te corresponde todas las tierras de ese marquesado y todas sus gentes, propiedades y todo esto es por tu aportación en esta batalla!

Mas o menos a si iba la cosa, iba y sigue hiendo, es una pena que el resto de mulas no tengan su premio correspondiente ya que ellos también pusieron su granito de arena para que se llevara a término y, se ganase la guerra.

Por eso y muchas cosas más y, perdone la redundancia; pero usted no ha hecho nada para estar sentado en esa butaca en la cual le da derecho a hacer y a deshacer todo cuanto le dé la gana.

Tus ancestros: repartieron esta tierra con sus capitanes y gentes que trajo a muchos peones que eran la infantería; la que caminaban descalzos, sin ropa para ponerse que le quitase el frío que hacía en esta tierra.

¿Qué hicieron una vez terminada…  lo de costumbre; se la repartieron entre ellos y, sin recordar que no estaban solos, no, estaban otros, los que nunca han contado para nada y, que una vez terminada la contienda se volvían a sus  pueblos, descalzos, sin ropas, sin piernas o sus brazos cortados de la lucha y para qué?

¿Qué ganaron ellos… palos y más palos ya que los dueños de todos los territorios se lo dieron sus abuelos a estos hijos de putas que vivían y hoy en día siguen viviendo y son los dueños de algo que nunca lo había sido y, todo culpa de ustedes; sus majestades?

Han sido más malos que todos los piratas, los bandoleros, los ladrones que habían y que hoy en día sigue habiéndolos, pero ustedes se lo repartieron con estos señores que lucharon a su lado; su majestad.

Nunca se dieron cuenta que esta pobre gente tenía sus derecho al reparto de bienes y, si hubiese sido así; otro gallo cantaría.

Para subir una cuesta hace falta muchos escalones y en aquellos momentos eran muchos los que se quedaban en el suelo para que ustedes pudiesen subir  pisando estos huesos de cristal y nunca se dieron cuenta de ello; hoy en día para que usted se pueda sentar en su butaca tiene debajo una base de cemento que lo sostiene y, no es cemento, no, es de huesos, los que quedaron sin premio en sus batallas y usted lo sabe muy bien: hoy en día sigue sin darse cuenta que su logros fueron gracias a estos pobres desgraciados que siguen pidiendo lo que les corresponde. Hasta que no les den su parte del botín no estará usted sentado en su gran sillón.

¡Vallase; señor rey, se lo suplico, usted nunca ha hecho nada por esta tierra, nunca ganaron batallas, nunca pensaron que en estos territorios había personas que le ayudaron a conquistar Granada y otras partes de la península!

Usted sabe muy bien que en estos momentos se gratifica el trabajo hecho y por lo cual tienen sus derechos a llevarse parte del botín y no se lo dieron, se lo dieron ustedes a los que mandaban y, al resto; solo les dieron palos y muchos palos. ¡Se follaban a sus mujeres a sus hijas y como era derecho del señorito pues a ustedes le importaba un bledo todo cuanto hicieran! Hoy piden que se les respete, que se les adore como reyes; no digan más tontería; son una manada de elemento que nunca tuvieron que llegar a estas tierras que no les corresponde para nada.

Esta es la historia de sus batallas señor “rey,” perdone que no se lo ponga con letras mayúsculas, no se lo merece. El forjador de sueños. José Rodríguez Gómez.

La boca de tierra

El valle de los caídos

¡Quiero gritar y no puedo: quiero ver el cielo, ver las estrellas como juegan, ver los luceros y por mucho que lo intento; nada veo!

Quiero vivir, no se adónde me encuentro, siento ruidos, siento que mi cuerpo está despierto pero por más que grite nadie escucha mis lamentos. Sonaron fusiles y pistolas al viento, tronaron cañones; pasaron rodando sobre mi desdichado cuerpo.

¿Cuántos habremos, cuantos, sin que nadie dijese nada sobre todos… estos muertos?

Al sonido de las balas no les temo, temo a las personas que hieren sin saber por qué lo hacemos.

Nacen muchas hiervas en el solitario campo, crecen a mi alrededor, raíces que aprietan mis desdichados huesos y, mi garganta se quebraja del dolor que siento en mis adentro. En mis entrañas ya no siento el dolor, solo escucho el silencio de los que viven sabiendo cuánto hicieron y nadie les dice nada; todos viven sin mirar en sus recuerdos.

Somos nosotros: los que no podemos gritar, los que nadie nos busca, nadie; ellos que son los que apretaron el gatillo siguen viviendo, tan felices, ni los recuerdo les hacen llorar, no eran ellos… los muertos.

¡Quiero pedir y pido, si, ya  lo sé, estoy muerto! Alguien escuchará mis lamentos en el silencio de la noche  antes que la lluvia cubra mi cuerpo gritare con tal fuerza; qué hasta los truenos… sé callaran al sentir mis requiebros.

La pluma se rompió: quedaron registros de ellos, se leyeron estas cartas de aquellos que nunca volvieron… a sus casas esas encaladas de blanco hierro.

Brillaban como el sol, cada día salen de noche los luceros, miran estas paredes de blanco armiño y de puertas de pobres muertos. Ya no vuelven las canciones, ya nadie dice; yo te quiero, los niños no salen de sus casas por temor a estos muertos. No les temas; son tus padres, tus hermanos; ya se fueron. Nadie encala las paredes desde que ellos se perdieron entre lagunas de peces y surcos de fuego lento. Las noches se tiñeron de sangre roja, de sangre de silencio… Gritaron sus gargantas… No lo sabemos; lo que si te puedo decir es que murieron mirando al cielo y quedaron sus bocas enterradas bajo este barro del silencio.

¿Dime adónde te marchaste; dímelo porque aun te sigo queriendo? Pasaran tantos años sin que nadie busque sus cuerpos.

De otras tierras si sabemos: Cómo fue esta guerra tan sangrienta, pero de la nuestra… Solo queda el silencio.

¿Cantaran los pájaros alguna vez? Saldrá el sol por diferente lugar… No, siempre sale para el rico y nunca para el desgraciado que dio su vida por esta pobre tierra; se quedó desierta… Sin que nadie labrase los surcos y enterrase las semillas de la vida. Ya no se escucha el canto del búho, ni la lechuza mira en el silencio… Qué esperamos para pedir que esto cambie, que queremos decir; si  nuestras gargantas están enterradas bajo los campos del silencio.

Deja que cuente mis duelos, deja que llore sobre la manta de cuero, déjame decir te quiero; si, ya lo sé que no estoy vivo, lo sé pero aunque el tiempo pasase sobre mi; yo te digo lo mismos cuida de mis hijos que son los nuestros.

Entre los surcos camino, acompañado de mi viejo perro, en una mano la legona y en la otra un bastón de palo que mis nietos me hicieron. La boina en la testa, la pelliza sobre el cuerpo hace frío en estas tierras y el silbar de la escarcha levanta los huesos de mis antaño y me dicen: no diga nada,  mejor es que guardes el silencio.

Algún día saldrá el sol para los nuestros, que se yo querido hermano si tú no estás; para qué quiero yo el hurto si no puedo con mi alma y nadie recoge los huesos.

Te das cuenta hermanos que bonita están las plantas, como se cubren los surcos de fresas color rojas como la sangre de nuestros cuerpos.

El azahar de los naranjos, embriagan con su aroma el sendero del camino que te llevo para el cielo. ¡Que me importan los naranjos, ni los limones del huerto, si no tengo quién me ayude para cuidar de los nuestros!

Te puedo ver, puedo escuchar tus lamentos, ver tu llanto, sí, yo sí te puedo ver y, tú a mí también si quieres; mira al cielo y veras una estrella que luce roja como la sangre de tus adentros.

Deja escrito lo que ocurrió, déjalos enterrados junto a los surcos; yo cuando tú no estés los buscare y en las noche frías de invierno los leeré junto al fuego de la leña que cruje porque el fuego de mi alma la va quemando en el silencio.

¡Sabes una cosa hermano, sólo recuerdo aquella maldita palabra que dijo mi carcelero! Abran fuego… sonó el disparo y todo quedó en silencio.

El valle de los caídos

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano.

La muleta de agua

Cuento.
Hoy quiero contaros un cuento: Los cuento son sueños que un día conto una persona a otra y esta se la volvió a contar o otras muchas.

Le llamaban el forjador de sueños. Este hombre era muy viejo, no por sus años, no, sino porque había vivido tantas cosas que todas se les quedaban guardadas en su mente y donde llegaba dejaba un cuento para que las personas del lugar pudiesen contarles cosas del pasado a sus hijos y seguramente por eso él se dejaba llamar de esa manera. Caminaba sobre la tierra, él no tenía un lugar donde quedarse  a vivir y, deseaba caminaba sin ser otra cosa que una parte del viento que nos lleva a otros lugares sin destino seguro. Ser una hoja que es levantada suavemente por el viento y la arrastra hasta un destino donde pueda contar lo que él desea.

Le dolían los pies, estaba cansado de recorre los caminos sin mirar a donde andaba, ni a quién podía ayudar; él no tenía brújula para saber en cada momento donde estaba su cuerpo, cosa que tampoco le preocupaba y,  esta vez detuvo su cuerpo cerca de un pequeño pueblo a donde había un fuente de cristal.

¿Has visto alguna vez una fuente que fuese toda de cristal?

De la cual se viese como sube de su interior el agua que manan sus entrañas, ver como cada chorro es de diferente color que el de al lado y diferente del siguiente.

El agua caía sobre los cristales que formaba su cuerpo; y al choque de esta con su base se podía escuchar una melodía que nadie sabía el por qué esta fuente hiciese con el cantar de sus sueños.

Esta lo era, sí, lo era: toda de cristal y, de sus choros salían aguas de colores, al caerse al suelo se formaba un río tan bonito que el al verla creyó que era un arco iris que salía de la propia tierra.

¡Jamás vi cosa más bella que esta fuente!

Estando cerca de este pueblo: pienso que todas las personas que viven en un lugar tan bello como este tiene que  ser muy felices y, que nadie se sienta desgraciado ni aquejado de ningún mal.

Lo que son las cosas; nadie es feliz si las desgracias nunca vienen solas.

Sentado a la espalda de la fuente.

Se había descalzado, sus pies estaban hinchados de tanto caminar; el calor que hacía era tal que solamente los grillos y el sonar de la fuente eran sus acompañantes. Un viejo roble cubría todo el lugar, la sombra ocultaba todo resplandor y bajo esta sombra se estaba como sí todo lo demás fuese un sueño de verdad. Bebió de sus aguas, refresco su cuerpo y sentado en el suelo se quedó dormido.

No llevaba dormido una hora; cuando lo despertó una niña. Era muy bella, su cara parecía una estrella que reflejase desde el cielo y, esta vez estaba sobre la tierra.

Sus cabellos eran negros, muy largos y además los tenía tan  rizados que parecían caracolillos que sonaba con el roce del viento y que contrastaba con la oscuridad de una noche de verano.

Bestita con harapos, sus pies estaban descalzos y su cara al ser tan bella era imposible que estuviese llorando; llevaba consigo una muleta de palo la cual le ayudaba para que pudiese caminar. Recogía agua con un cántaro muy grande, tanto que me era imposible pensar que esta pequeña niña pudiese con el peso de este enorme tiesto.

Sentí sus sollozos y esto me hiso preguntarle cosas para que  me contase el por qué su llanto.

Hola, dime. ¿Cómo te llamas y por qué lloras: esa cara tan bonita no merece estar tan triste?

¡Qué sabrá usted de la vida! me contestó.

Sí, claro, tú eres mucho más vieja que yo y por eso sabes tantas cosas, que me puedes dar lecciones de los sufrimientos de todas las personas que viven en este lugar.

¿Cómo te llamas: si es que me lo quieres decir?

Se me quedó mirando y, sin ganas de hablar con un extraño pero me dijo su nombre.

Me llamo Luciérnaga.

¡Qué nombre tan bonito y por qué este nombre!

Así se llama mi madre, y este es el que me puso el día que yo nací.

¿Cuántos hermanos sois en tu casa?

Conmigo; siete y mi padre, pero como nunca está despierto pues no podemos contar con él para nada.

¿Esta borracho, o es que trabaja de noche y duerme de día? Le pregunté a esta niña.

¡No, mi padre no trabaja nunca, él es la noche y, mi madre es una luciérnaga que vive para crear muchos hijos y después cuando ha creado un nido, se marcha buscando otro macho y, vuelve a crear otro y otro hasta que llena el cielo de estrellitas de colores y por eso me puso su nombre!

¿Qué te paso en tu pierna, por qué tienes daño?

Era yo muy pequeña y un día cuando mi madre se fue atrabajar yo quise irme con ella y como no la puede coger me di un fuerte porrazo contra el suelo y por lo que se ve me rompí la pierna,  a si llevo desde ese día.

¿Me dejas ver tu pies, puedo darte un masaje y con el sentirás una mejora que tal vez pueda  curar el daño que te aqueja?

Hincado de rodillas me puse ante tan pequeña criatura que de mis ojos sin que yo le dijese que llorasen,  ellos sin hacerme caso comenzaron a llorar y con el llanto de mis lágrimas  lave su herida y cuando le secaba su pierna esta se había curado.

En el río de la fuente introduje sus piernas, se las lave suavemente el frescor del agua le hacía cosquillas y se comenzó a reír cosa que a mí también me hizo tanta gracia que los dos reímos con tantas ganas que se nos quitaron las penas que pudiésemos llevar.

Una vez se había llenado el cántaro le dije:

Llevaré yo este pesado botijo. Tú coge tu muleta y te acompaño a tu casa; a si puedo conocer a toda tu familia.

Cogí el pesado botijo, ella quiso  coger la muleta que estaba cerca del río y cuando fue acogerla ya no estaba se la había llevado la corriente según decía ella.

Comenzó a llorar de nuevo y le dije:

¿Por qué lloras, dime?

¡Como podre andar si no tengo mi muleta, era la forma de apoyarme contra el suelo y a si caminar aunque muy despacio porque soy tan pequeña que ahora no lo puedo hacer ya que el río se ha llevado mi muleta!

Inténtalo sin ellas haber que pasa.

Miro sus piernas que estaban dentro del agua y, sin secárselas las puso sobre el suelo que estaba lleno de hiervas tan fresquita que le hacían cosquillas en las plantas de sus pies. Se detuvo de pies, no se atrevía  a dar un solo paso, pero escuchando mi voz se animo a intentarlo y viendo que se sostenía sin caerse comenzó a caminar si su querida muleta que se había convertido en agua y la corriente se la llevo para que nunca más tuviese que llevarla ya que esta niña era tan bonita y tan buena que siendo la mayor de todos sus hermanos pero muy pequeña; ya que era hija de una luciérnaga y que las estrellas de la noche la confundían con una de ellas.

A veces los sueños se hacen realidad. Estas palabras me lasa dijo una mujer una vez y, no supe entender que era lo que me quería decir con esto.

Un sueño o una realidad de la vida; sea lo que sea te pregunto: ¿te ha gustado mi cuento? Si es a si vota la página del forjador de sueños.

José Rodríguez Gómez

El sevillano.

El señor de los gorriones

Cuento

Hace un día maravilloso: tengo ganas de salir de mi escondite, caminare por las calles y me iré como de costumbre a dar un paseo hasta mi plaza, en la cual es mi lugar favorito donde me encuentro feliz ya que en ella siempre hay muchos niños jugando.

Era tan viejo que casi no podía salir de su escondite. Aquel día de primavera hacia un sol que llenaba de luz y colores las calles y, los jardines estaban repletos de flores. Miles de pajarillos picoteaban la tierra de la plaza. Jugaban al son de las sonrisas que se escuchaban salir de las bocas de aquellos niños y niñas que tan felices estaban sentados en el suelo de la misma.

Se abrió la puerta de los sueños y, casi sin poder moverse salía nuestro señor de los gorriones. Era muy viejo, le costaba trabajo mover sus pies, al caminar sus viejas piernas iban arrastrándose por el suelo, y esto hacía que tardase mucho en llegar desde su casa hasta su plaza favorita como él decía.

Dicha plaza estaba a unas cuatro manzanas desde el lugar de su escondite hasta el otro sitio que acostumbraba a ir cuando el tiempo se lo permitía.

Viendo que el día era maravilloso emprendió la marcha caminando muy despacito para no caerse, ya que sus años no le permitían caminar deprisa y por lo tanto lo hacía muy lentamente.

Llegado a un paso de cebra se dispuso a cruzarlo. Los viandantes no podían verlo y los coches al querer cruzar encontraban delante de ellos un simple bastó de los que levan los ciegos, o mejor dicho los que llevan las personas no videntes.

En el momento que él quería cruzar como hemos dicho, este conductor vio delante de él un simple bastón y para no pillarlo detuvo su automóvil sin saber que era lo que tenía delante de él ya que a la persona que lo llevaba no lograba verla.

No octante se había detenido, sin saber que era lo que estaba cruzando el paso de cebra.

Miraba y miraba, hasta que vio que el bastón llegaba a la acera; entonces fue cuando siguió su marcha.

Extrañado por lo sucedido. Él se lo preguntaba en la soledad de su coche. ¿Quién demonio ha sido el que se ha cruzado conmigo? Bueno, como no lo he visto, mejor no se lo cuento a nadie no vaya ser que me digan que estoy loco.

Hasta llegar a su plaza tardó por lo menos dos días y cuando lo hizo estaba ese día tan maravilloso que os he contado al principio.

Se fue dirigiendo hasta su sillón en el cual siempre se sentaba en el mismo ya que según decía él  que este banco era suyo por que fue él el que lo puso en esta plaza y desde entonces siempre que venía se sentaba con sus gorriones por eso era el lugar preferido por él.

¡Ah; además: es que este banco estaba situado siempre cara al sol, en él daba la luz del sol durante todo el día a y a si le daba el calor que necesitaba para su viejo cuerpo!

Entró en la plaza; acompañado de cientos de pajarillos, los había de todos los colores.

Lentamente como si fuese entrando en la misma una banda de colores y de cantos ya que entre todos los había de diferentes formas y de diferentes colores y su piar eran los más dulces de todos.

Los niños estaba distraídos en sus juegos, ellos no se daban cuenta que era lo que les acompañaría durante el tiempo que estuviesen en la plaza, pero las personas que acompañaban a esto niños sí que se quedaron extrañadas al ver tantos y tantos pájaros revolotear dentro de la misma.

Se fueron dirigiendo al lugar donde estaba su banco.

Esto nadie le hizo caso; una vez llegado al lugar nuestro abuelo se sentó y tomo su asiento como el lugar donde ocurriría nuestro cuento.

Delante de él había unos niños jugando en el suelo; entre ellos hay una niña de pelos dorados, de ojos azules que era para mirarla. Sus labios color de los pétalos de rosas, su cara de plata fina, sus rizos eran ensortijados y su sonrisa era tan maravillosa que solamente verla se la quedó mirando sin poder decir palabra.

La conocía: era su nieta lucía, si era su nieta lucía y, ella no se acordaba de él porque hacía mucho tiempo que no lo veía.

Estaba jugando en el suelo, ella tenía en sus manitas unas galletas, las cuales las estaba troceando y se las echaba a los gorriones y cuando llego él; se juntaron los pajarillos que estaban con ella y los ciento que acompañaban a este abuelo que se había sentado cerca de esta niña.

El acaricio sus cabellos, sin que se diera cuenta le dio un beso en su cabeza plateada. La niña se dio cuenta pero no le dijo nada ya que sin que él lo supiera le había conocido y sonriendo le dio una galleta para que se la echase a los pájaros que el traía.

¡Hola abuelito pepe! ¿Quieres una galleta y se la das a los pajaritos?

La sonrisa de sus labios era tan dulce que no pudo nada más que cogerla y al mismo tiempo le dio otro beso esta vez en sus rosadas mejillas y le dijo.

¿Te acuerdas de mí?

Si abuelito pepe tú jugabas conmigo y eras el mejor abuelito que he tenido siempre. Sabes que yo desde que te fuiste en ese tren que decía mi madre yo siempre he jugado contigo cuando estaba sola en mi habitación.

Se puso de pies la dulce niña y, este su abuelo la tomo en sus brazos; a si estuvieron jugando durante toda el tiempo hasta que se hiso casi de noche. En este momento fue su madre la que comenzó a buscarla y al ver que no daba ella comenzó a gritar.

¡Lucía, Lucía donde estas! ¿No habéis visto a una niña de pelos dorados, de ojos azules que estaba sentada en este lugar de la plaza? Por más que la buscaba no había forma de ayarla y cada segundo que pasaba mucho más gritaba su madre.

Se hincada de rodillas llamando a su querida hija,  miraban para todos los rincones de la plaza sin encontrar a su querida hija.

Cuando todas las personas que estaban en aquel desdichado momento y viendo la desconsolación de esta madre, se acercó un niño y le dijo.

¡Está jugando con su abuelito pepe!

¿Cómo; con su abuelito pepe, si ese abuelo ya no está con notros?

La buscaron por todos los lugares cercanos a la plaza y cuando ya se daba por perdida se vieron volar cientos de pajarillos que estaba sentados en ese banco, cuando tomaron el vuelo solo quedó la niña sonriendo. De sus lindos labios salían sonrisas  que al escucharla parecían cascabeles de colores y campanillas de oro acompañados del maravilloso trinar de los cientos de pajarillos que la acompañaban.

¡Allí esta su niña!

Todos se quedaron mirando a la niña y, viendo que ella estaba sonriente nadie se explicaba el por qué no la podían ver. Estaba sola, se había sentado en el banco y todos se preguntaban cómo ella se ha subido al mismo.

Su madre fue corriendo en su busca y, cuando llego la tomo en sus brazos y llorando le preguntaba.

¿Quién te ha subido al banco, con quién estabas que no te encontraba con lo mucho que yo mirase para todos los lados?

Lucía sonriendo a su querida madre le dijo.

Estaba con mi abuelito pepe. El ha estado jugando conmigo y le hemos echado galletas a sus pajaritos y a los míos también. Me ha dicho que por muy lejos que este de mi, él, siempre está a mi lado y que me quiere mucho.

Su madre al verla tan feliz no se lo podía explicar cómo ha estado aquí si hace muchos años que él tomo ese tren que le llevo tan lejos que por mucho que la quisiera ver nunca lo podría hacer.

Lucía miraba hacia el banco y desde lejos su abuelito le sonreía y, con la mano le decía ves con dios; que yo te querré siempre aunque la distancia sea muy grande yo estaré jugando contigo hasta el día que tú seas mayor y ya no quieras jugar más conmigo.

Volaron los ciento de pajarillos y, desde ese día se cuenta: que nuca jamás vieron tantos y tantos pájaros juntos en un mismo lugar de la tierra.

Lucía, en brazos de su madre miraba para atrás y sonriendo le mandaba besos  a su querido abuelito pepe.

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano.

El reo: te pregunta

¿Tú querías ser madre?

¿Sí o no: en qué quedamos?

¡Entonces eres femenina, te gustan los niños, querías vivir con tu feminismo dentro de una casa dónde tú eras la dueña, la ama de la casa, la esposa de un hombre o más bien ser la que manda, la que hace que te obedezcan y tú ser esa mujer que solamente te vistes por fuera para aparentar lo que no eres en verdad!

No pude ser padre de una niña: pero si he vivido con una niña, esa que quería jugar conmigo, ser ella, la madre, tener en sus brazos a su hijo, esa que era el sol que iluminaba todos los rincones de mi alma; era todo cuanto se podía ver en un pequeño cuerpo que llenaba todo mi ser.

Abuelito: yo soy la mama y tú serás el papa.

¿Qué ha cambiado para que esa mujer, la que nadie conoce se haya vestido de gris, esa que antes vestía de falda con vuelos y ahora lleva pantalones vaqueros y clavos en sus rodillas?

¡A donde está: se ha marchado con una amiga que dice ella que es su pareja!

No lo entiendo: ¿Por qué? Era una hembra… ahora que es…  El macho, el hombre…  ¿Qué ha sido de esa femenina silueta que le decías un piropo y le encantaba saberse admirada por todos los hombres?

¡Y tú eres esa la que querías ser madre!

¿Qué ha pasado… donde están los hombres… no lo sé, solo  te puedo decir que esos que llamamos hombres tampoco están contento con serlos?

Claro: todo cambia y con razón. Si ellas no quieren ser lo que su cuerpo dice ellas;  tan pocos lo desean se saben dominados por ellas y se cambian y buscan a otro hombre que les de la tranquilidad que les diera la mujer dominante; a si cada uno se refugia en la sombra del otro.

¿Hasta aquí  hemos llegado?

¡Detenemos la cadena humana, ya no se nace, yo lo digo en mi lápida; a mí me parieron! No sé si darle las gracias a mi pobre madre o condenarla por haberme traído a este mundo; donde nadie es lo aparenta ser.

Estoy ante el juez que dictará mi sentencia. Sólo ante la plebe que grita y grita sin cesar, cada vez mucho más fuerte que antes. La sala está llena de feministas esas que se dice ser lo que no aparenta su cuerpo. Ya no se puede ver si son ellas o son ellos

¿Entonces para que me quieren condenar si ella ya no son ellos? Menudo lio me estoy haciendo. Yo lo que tengo muy claro: me condenaran por haber cometido un crimen, y era ella la que era buena y, no el hombre que empuña el arma con la cual le quietó la vida a esta buena mujer. Era la mejor de todas, no tenia mancha inmaculada, era toda una mujer y estaba punto de separarse de un hombre; para juntarse con una mujer.

Esta otra mujer le dará mejor vida, la que le daba su hombre; por eso la ha matado; a si nadie pierde nada todo se queda en familia y su cuerpo se refriega con el otro cuerpo del mismo sexo; ya no hay problemas de que se quede embarazada. Viva la Pepa de puerto real.

Para eso me has traído, para qué madre, dime tú eras de esas que también te hubieses gustado ser lo que no eres.

Te pregunto a ti: mujer en la cadena de la vida estamos solos, si, solos y, cada uno ha de estar donde le corresponde: Sí, tú o yo lo cambiamos que tendremos cuándo pase unos años.

No tendrá nietas, nadie te dirá abuela o yaya como más te guste pero no lo tendrás, nadie se dirá que esta o este es mi marido o mi mujer. Es lo mejor, a si, tú por tú camino y yo por el mío y que dios reparta suerte.

Antes de condenarme has de entrar dentro de mi corazón. Te pones por vestido la piel de mi cuerpo. Te metes en mi cerebro buscas un rincón y, vives dentro de mí y cuando hallas vivido lo bastante en mi cuerpo después me dirás si puedes condenarme como lo estás haciendo hoy.

¡Yo soy parte de ti, y no tu parte de mí, es a mí el que deseas condenar y no has mirado que yo he estado dentro de ti durante nueve meses; he vivido de tu sangre, de tu respiración y he hablado contigo cuando tú me decías tantas cosas bonitas y, hoy ya no me reconoces!

¿Tú eres esa hembra, la que yo miraba y requeté miraba sin tener el valor de decirte nada, por miedo a que tú me rechazases… tú?

Creo que la mente de las personas la tendrían que mirar los médicos para ver que nos está pasando, estamos locos, cuerdos, o chiflados.  Algo nos ocurre no puede ser que el mundo lo queramos volver de al revés para que nadie pueda tener un hijo que te diga papá o mejor dicho mamá.

No condenes a nadie si no eres capaz de entrar en su loca cabeza, sin haber bebido de su sangre y si tú eres una de esas madres que tuviste su cuerpo dentro del tuyo, no grites para que lo condenen si no sabes de la misa la mitad

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano.

Te han amado alguna vez?

Te pregunto: a ti, si a ti, ya que esto de ser amado nunca lo he sentido. Te parecerá raro, si, lo es, pero eso de sentirse amado en cualquier lugar del mundo; el que te den besos por doquier no lo sé, pero siento envidia de no haber sido amado.

Sentir tus labios juntos a los míos es algo que solamente en sueños lo he sentido y cuando he despertado. ¿Qué crees que siente mi alma? ¡Muero, si muero al ver que todo ha sido un sueño y, lloro como si fuese un  niño que no tiene ese juguete que soñaba en sus manos y cuando ha despertado no lo encuentra por ninguna parte y es cuando un hombre siente que su cuerpo de cristal se trasparenta en los labios de una mujer!

Tu, si a ti, quisiera ser algo de ti, ya lo sé; tú no me conoces por eso te llamo a ti.

Cuando tengas mi llanto y, sientas la humedad de mis lágrimas veras en tus manos el temblar de mi cuerpo, el latir de mi corazón y, esperando está mi boca el sabor de tus besos.

Sentirte junto a mí, tú, una mujer de verdad; esa que me besas todos los poros de mi alma y coses sin hacer daño alguno a mis entrañas heridas por falta de amor. ¿Quieres ser tú esa mujer que con el bálsamo de tus besos cure las heridas de mis sueños?

Déjame sentir la profundidad de tus lagos, el sabor de tu miel, recorrer la piel de tu cuerpo con mis manos a ciegas en la penumbra de la noche.

Sentir una dulce melodía, escuchar al canto de un pájaro que pía en busca de su nido y que se ve perdido entre las sombras de lo místico.

Ver en la luz de tus ojos, el resplandor de un cielo que te dice te quiero y, tener entre tus manos el cuerpo que deseas y sentir como adentro de tus entrañas sientes el arado que labra tus campos y siembra la semilla del amor eterno.

Déjame labrar tu campo, quiero ser ese campesino que llorando suplica ser por una vez el dueño de tus tierras, esas dehesas que están baldías yo quiero labrarlas con mis manos y, sembrar todo tu cuerpo. Quiero que veas con crecen las semillas de mi alma en tus tierras de mis deseos.

Si, ya  lo sé, antes que yo tuviste otros amores. Siento pena por mí, quiero ser el último, ese que cambie tu vida, ese que llore contigo cuando tú esta herida y nadie te besa, nadie está a tu lado; quiero ser ese hombre que solamente desea ser; tu sombra.

¿Has visto tu sombra alguna vez, si, esa que está detrás de ti? ¿Te gustaría que alguien como yo estuviese a tu espalda y que sintieras sus labios recorre todo tu cuerpo y sentir como resbala sus manos en la sombra de tu alma sin que nadie, ni tú misma lo puedas ver?

Déjame estar contigo, quiero por una vez ser, si, ser algo para ti; tener un cuerpo que me ame, que me quiera y ser tu dueño, aunque en verdad sería yo tu esclavo.

¡Ponme grilletes en mis manos, ata mis pies para que no pueda buscarte, ciega mis ojos, quema mi alma y, a si te juro que seguiré buscándote cada día,  cada noche y cada segundo de mi vida para verte y aunque estuvieras besando a otro hombre; yo estaría detrás  siendo tu sombra sabiendo que te sigo queriendo!

¿No me quieres, que he de hacer para que tú puedas quererme, aunque sea de mentira? Me da lo mismos; lo que yo quiero es sentir tus labios, sentir tus ojos como me miran aunque no sea cierto todo tu cariño.

Cada vez que veo una mujer besara a su hombre, en su boca y, en medio de la calle, ciento dolores en mi alma que herida está de los sueños que tiene mi mente.

Dormir sobre las semillas de tu campo, sobre el trigo antes de ser cortado y, mirar el cielo como relucen las estrellas de tus ojos y ver como son las dunas de tu piel, ver el viento como mece tus cabellos.

¿Esto que siento por ti, qué es?

Locura, pasión, dímelo, por favor, que muriendo estoy por tu amor sin haber nacido para esto, me siento triste al no haber vivido estos momentos de amor; siendo tu esclavo y estando a tus espaldas sin que nadie, ni tú misma te hubieses dado cuenta que la persona que vive de tras de ti, es, y serás siempre el hombre que más te quiere, te quiso y, te querrá siempre.

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano

Cuarta parte

El barrendero

El perfume de las rosas

¿Qué hacemos con el gato?

¡Usted sabrá que hacer yo no lo quiero en mi casa y menos muerto!

Bueno, eso de muerto habrá que preguntárselo a él; más bien digamos asesinado.

¡LLéveselo de una vez! Gritando para que no ver lo que ella ha realizado.

Cogiendo el gato por el rabo para no llenarse las manos de sangre, lo mete en una bolsa que él llevaba en sus bolsillo y sin haberlo recogido ve qué el suelo están los casquillos de la balas y estas también las recoges y le pide a la señora algo para limpiar la sangre del pobre animal.

¿Puede darme un trapo para limpiar el suelo, o prefiere de se lo deje manchado?

La señora va por una toalla y se la da sin mirar al pobre gato.

¡Tenga usted!

Gracias.

Una vez ha recogido la sangre de este pobre animal y limpiado la mancha del suelo se dispone a marcharse.

¿Qué piensa hacer con mi gatito?

¿Usted dirá que es lo que prefiere que hagamos?

Lo puedo quemar, enterrar, triturar o dejarlo para que se lo disequen.

¡Qué horror!

También le puedo hacer una tumba en su jardín, a si, cada día le puede poner unas flores.

No: mejor se lo lleva, ya compraré otro.

¿Qué le debo?

Lo que quiere darme, a mí esto lo único que me ha hecho es perder tiempo en mi trabajo.

Sacando unos billetes de cien euros se los da en su mano  para que le dé una buena sepultura de su pobre animalito.

Cuando él ve la cantidad de dinero que le ha dado le dice a la señora.

¡Cuando usted me necesite, estoy aquí noche y día a su lado para que no tema de nada; yo la cuidaré; pero no ha de coger la pistola por  si a caso no valla ser que se equivoque por casualidad!

Sonríe y dándole la mano se despide de ella.

Si alguna vez me necesita ya sabe dónde encontrarme. Cuando se va marchar saca de su bolsillo una tarjeta y se la entrega.

¡Limpieza en general: el barrendero!

Se lleva la bolsa, coge su escoba y se marcha cabizbajo pensando en la cantidad de dinero que le ha proporcionado este pobre gato.

¡Sería mejor trabajar para ella a si no tendría que estará en la calle pasando frío o calor!

Antes de llegar a la reja de la entrada ve que la cancela está cerrada, mira para atrás  buscando a la dueña para que le abra la puerta de salida; antes de poner sus pies cerca de esta se abre y por un pequeño altavoz que tiene en uno de los pilares se escucha la dulce voz de ella.

¡Gracias por todo, buenos día tenga usted!

La bolsa en su mano, la escoba en la otra y en esto llega un policía y le dice.

¡Levante las manos, no haga ningún movimiento en falso!

Suelte la bolsa.

El hace lo que le han pedido él se extraña sin saber que mal ha hecho para que le estén apuntando con una pistola sin haber hecho nada malo.

A fuerza de empujones lo arriman a su carro, antes de que le diera tiempo de meterlo adentro.

La puerta de entrada se abre y en ella aparece la señora.

¡Regístrenle; me ha robado mucho dinero y en sima ha matado a mi pobre gato, aquí le entrego el arma con la cual le ha disparado hasta diez tiros y lo ha dejado frito!

Quiere hablar pero no le dejan; lo amordazan y encima queda apresado de algo que no puede  entender.

¡Yo no he matado a nadie, es ella la que lo hizo y, ella es la que me ha dado este dinero que tengo en mi bolsillo de mi chaqueta!

Le registran y, encuentran casi quinientos euros en el bolsillo que le  ha dicho, ven que es mucho dinero y esto hace que los agentes duden de las palabras de este hombre.

¡Me ha robado! Exclama la señora. Saca de una pequeña bolsa la pistola con la cual han matado a su pequeño gato; se la da a los agentes para que puedan verificar que sus huellas están sobre el arma suicida.

Esta señora enguantada sus manos para que sus huellas no estén sobre esta pistola.

¡Exclama, gritando todo cuanto puede, pero estos agentes creen en las palabras de esta caudalosa mujer y a él se lo llevan arrestado por robo y asesinato de un pobre animal!

En esta vida se cuidan más aun animal que a las personas. El dinero abre puertas y cierra ventanas para que nadie pueda saber la pura verdad de todo cuanto pasa en este mundo donde a vemos muchos más pobres que ricos.

Registran el carro, miran su interior, ven que hay solamente hojas. Los agentes precintan el carro, este se queda sin que se pueda mover, acto seguido se llevan a nuestro pobre barrendero.

¿Qué pasará?

Dicen que la justicia es ciega, que las leyes están para cumplir los escritos y, siempre es a favor con las palabras del poder; contra el infeliz que vive de un sueldo y muchas veces no llega para poder sobrevivir con este.

Cuantas personas están encerradas por una voz que al ser tan dulce nadie puede contra ella y, siempre sufren los que tenemos la voz agrietada sin que nadie se cuide de curar estas heridas que nos hacen sangrar la garganta de tantos gritos que damos en el silencio de la noche.

¡Cuesta menos hacer un crimen que matar a un ruiseñor!

¿Cómo saldrá nuestro personaje de este lío?

Lo podremos leer seguidamente.

El forjador de sueños. José Rodríguez Gómez. El sevillano.

Tercera parte

El barrendero

El perfume de las rosas

Por favor pase usted:

Nuestro hombre pasa al interior de la casa, una vez dentro separa y, es nuevamente la señora la que le pide que pase y tome asiento.

Puede sentarse: le contaré lo que me ocurrió esta pasada noche. Como usted sabe anoche hubo una fuerte tormenta, estaba sola en la casa, vi que una de las ventanas estaba abierta, las cortinas se las Llevaba el viento y una de las Hojas golpeaban en las paredes de mi casa. Sentí miedo, no sabía quien había entrado y viéndome aterrorizada busqué una pistola que guardo para estas ocasiones.

¡Tenía mucho miedo!

Nuestro querido amigo escuchaba el relato de esta mujer, lo que no sabía qué era lo que quería que él hiciese.

Vera usted: usted me ha dicho que puede hacer todo cuanto yo le pida.

Sí: Cuénteme todo lo ocurrido y después veremos qué podemos hacer.

Serían las doce, estaba sentada leyendo un libro de terror, su lectura me daba miedo, y antes de dejarlo, escuché el sonido de la ventana como golpeaba en las paredes de mi casa. Tenía miedo, deje el libro sobre el brazo del sillón y con mucho cuidado y, sin hacer ruido me dirigí hasta la cómoda donde guardo la pistola.

¡Tengo permiso de armas, por ese motivo la tengo en casa!

¿Le vio usted la cara al intruso?

No; yo no le vi; solo sentí el ruido y la sobra de que alguien había entrado en la casa.

¿Fue usted a buscar su arma, la cogió y después cuando la tuvo en sus manos que hiso?

Mire donde estaba la ventana abierta, era de noche y no quería dar la luz para que no me pudiera ver.

Podía ver la cortina que se levantaba con el viento, la hoja de la misma sonaba una y otra vez en la pared, y yo mirando y por más que lo intentaba no veía a nadie. De pronto vi una sombra que se movía lentamente hacia mí y, en ese momento no supe que hacer sino disparar al lugar de donde salía dicha sombra.

Una vez tras los disparo miro usted para ver de quien se trataba.

¡No: medaba mucho miedo!

Usted me ha dicho que se encarga de limpiar todo cuanto le pida.

¡Si, a si es, primero tenemos que ver de quien se trata y, quien es la persona que usted ha matado!

¡Era en defensa propia!

Muy bien pero eso no quita de que tenemos que ver y mira por si usted le conocía o no, a lo mejor en verdad es un ladrón que ha entrado en su casa y viéndose acorralada por el terror usted le disparo.

¿Cuántas veces le disparó?

¡No lo sé, solo sé que mientras tuvo balas fui apretando el gatillo hasta que dejo de disparar!

Bueno: Tenemos que avisar a la policía para que se aclare este asunto.

No quisiera tener que hacer tal cosa, yo pensaba que usted lo dejaba barrido y nadie se enteraría de este atraco.

¿Qué atraco, usted me ha dicho que le disparó, pero no sabemos de quien se trata? Por lo tanto miremos primero y después ya veremos que aremos.

¡A mi meda miedo! Véalo usted mismo.

El barrendero comenzó a buscar entre los sillones que estaban situados cerca de la ventana.

Encontró al muerto:

Señora: puede usted venir para que me diga si es este el muerto que entró por su ventana y si por casualidad le conocía.

¡Yo no quiero verlo, entró en mi casa y en defensa propia le disparé!

De acuerdo: entonces que hacemos con esta fiambre.

¿En estos casos que es lo que usted hace con ellos?

Me los llevo, los quemo o los entierro para que nadie sepa que es lo que ha ocurrido.

¿Y para que yo no esté implicada en este sucio embrollo que hará esta vez?

Lo que usted quiera. Lo podemos quemar como le he contado, enterrarlo sería lo mejor, a no ser que usted me diga otra cosa.

¡No, a mí me da lo mismos, lo que quiero que se lo lleve y haga con él lo que quiera! Le pagare cuanto me pida, si lo quiere en dinero negro o le hago un cheque por el valor que usted me diga, tengo mucho dinero y no hay problema de cantidad.

Se agachó hasta el lugar donde se hallaba el muerto; mirando su cuerpo le fue contando los aguajeros de las balas que le habían dado en todo su corazón, esto le hiso preguntarle a la señora.

¿Había bastante luz en la sala?

¡No me acuerdo! ¿Por qué lo dice?

Mire, mi querida señora, el cuerpo de este tiene diez disparos y todos ellos le han dado en su corazón;  por lo tanto, tiene que haberlo visto muy bien antes de dispararle; a no ser que…

Quedó en silencio, mirando a esta bella mujer la cual estaba bastante tranquila, ya que los nervios los dejo después de no haber visto a la persona que le había disparado y nada menos que los diez disparos en todo su cuerpo.

Venga usted a mi lado y, mire a lo que le ha disparado.

Era la manera de hacer ver a esta mujer que por nada del mundo quería saber a quien había matado.

¿Después de los disparos escuchó algún ruido más, o todo quedó en calma?

¿Pudo usted dormir o Tuvo miedo?

¡No dejo de haber sombras, cerré la ventana y todo quedó en el más absoluto silencio!

Se acerco hasta esta buena mujer que estaba temblando de miedo y, cogiéndola por sus manos la fue acercando hasta el cadáver de la noche.

¡Por favor; no me obligue a verlo!

Venga, no tenga miedo, esto es porque para usted es la primera vez que mata a alguien; cuándo le haya pasado muchas veces como a mí, ya verá cómo entonces no le teme a nada y menos a reconocerlo.

Temblando y, casi llorando se negaba a ver de quien se trataba, nuestro barrendero la trajo hasta el lugar donde se hallaba el muerto y obligándola a que mirase. Ella había cerrado los ojos, no deseaba ver lo que había hecho y cuando la voz del barrendero le dijo casi gritando:

Mire de una vez señora y verá a quién ha matado.

Agarrándole la cabeza obligo a que mirase y cuando vio en el suelo lo que había hecho comenzó a llorar desconsoladamente.

¡Mi querido gatito!

El forjador de sueños

José Rodríguez Gómez

El sevillano.